Buscar este blog
domingo, 22 de mayo de 2011
Los bemoles de 'Presunto culpable'
Muy importante el programa que en Plaza de armas le han dedicado a una de las películas más famosas del año: ¿Qué está detrás de Presunto culpable? El programa explica detalladamente cómo la película no es la noble reivindicación de la justicia que nos han contado. Participan los expertos en derecho Bernardo Bátiz y Omar Sánchez, con la conducción de Ismael Carvallo Robledo. No se la pierdan.
martes, 17 de mayo de 2011
Demonios en Louisiana
Recomiendo la lectura de "El último exorcismo: cine religioso terciario", ensayo del filósofo español José Manuel Rodríguez Pardo, quien echa mano de la teoría de la religión de Gustavo Bueno para analizar la película. El resultado es muy interesante y completamente alejado del psicologismo desde el que se suele acometer la crítica de este tipo de cine. Pongo también el avance, por si acaso:
domingo, 15 de mayo de 2011
Un romance con el fracaso
Quienes vivieron su juventud a finales del siglo XX y
principios del XXI, los años de la serie de televisión Dawson’s Creek, seguramente recordarán a Michelle Williams, quien hacía el papel de la rubia Jen. La Wikipedia describe a este personaje como
una joven “que creció muy rápido” (en realidad un eufemismo para decir que era una
joven activa sexualmente, en contraposición con la virginal Joey, interpretada
por Katie Holmes).
Años después de la telenovela que le dio fama,
Williams se ha convertido en una actriz muy elogiada por la crítica, sobre todo
desde que interpretó nada menos que a la abnegada esposa del vaquero homosexual
Ennis Del Mar (Heath Ledger) en Brokeback Mountain, un papel por el cual
fue nominada al Oscar. A partir de ahí se ha vuelto una presencia muy común en
el llamado cine “de arte”, como lo demuestra una pequeña revisión de su
trayectoria: formó parte del elenco de Mi
historia sin mí, aquella enigmática cinta acerca de Bod Dylan. O bien, su breve aunque importante papel en La isla siniestra, donde estuvo bajo las
instrucciones nada menos que de Martin
Scorsese.
El año pasado, Williams estuvo nominada al Oscar por
segunda vez con la película que ahora comentamos: Triste San Valentín (Blue
Valentine, EUA, 2010) del documentalista norteamericano Derek Cianfrance.
La historia de la película se puede resumir muy
rápidamente: es el recuento del proceso de desamor entre la pareja formada por
Cindy (Williams) y Dean (y aquí se introduce el otro engrane de la película, el
actor Ryan Gosling, de quien
hablaremos más adelante).
Hemos puesto de relieve la trayectoria de Williams, pero
que quede claro que cuando lo hacemos no nos interesa ante todo su llegada al
cine “de arte”, como si finalmente esta actriz participara en un proyecto
desintoxicado de lo “popular”. Y eso resulta absurdo porque su papel en Triste San Valentín es un
replanteamiento de las situaciones con las cuales tuvo que lidiar el personaje
que interpretó en Dawson’s Creek: ¿qué
otra cosa puede plantear una telenovela como la que citamos (además “juvenil”)
que no sea la “búsqueda del amor”?
Aquí interviene Gosling, quien con su nuevo personaje
también hace referencia a otro de su trayectoria: en Diario de una pasión, Gosling interpretó también a un joven de
origen humilde, quien tiene que luchar durante años por concretar una relación
amorosa, también en circunstancias adversas. Ahí está para demostrarlo la
escena de la rueda de la fortuna en Diario…,
que luego es emulada en el puente de Triste
San Valentín. La escena del amante que amenaza con salvarse al vacío
aparece en dos diferentes películas, aunque a cargo del mismo actor.
Pero Triste San
Valentín no es la historia del triunfo de un amor romántico (como diría Erich Fromm), sino que nos cuenta sin
concesiones cómo este romance implica un rotundo fracaso. Nada nuevo, es
verdad, pero la forma en la cual el director, sus guionistas y los actores
construyen los personajes se concreta en una película que nos conduce a través
de la trayectoria de los actores y también de la historia del cine, en especial
de la llamada comedia romántica y la forma en la cual se desmonta la candidez
de ésta por medio del cine de Woody
Allen, por ejemplo, una influencia que está presente en Triste San Valentín.
La esposa frustrada que interpreta Williams se gesta
ya desde su papel como la mujer de un homosexual en Brokeback Mountain. La mujer que desea escapar de la “trampa” en al
cual se ha convertido su vida ya puede encontrarse en la esposa de La isla siniestra, aunque esta última
“escapa” de una forma por completo diferente: por medio del asesinato y del
suicidio.
Es decir, no elogiamos aquí sin más la capacidad de
esta película para conmover a los espectadores, al menos no en el sentido más
lacrimoso del término, sino que apelamos a la trayectoria de los actores
protagónicos para poner de realce la importancia de otras cintas que enriquecen
el comentario de ésta. No invitamos al llanto general por la supuesta decadencia
de la pareja monógama como institución, sino a ver las cosas desde otra
perspectiva.
miércoles, 11 de mayo de 2011
Crimen muy organizado
El
escritor italiano Roberto Saviano
(1979) publicó hace dos años una reportaje novelado acerca de los manejos de la
mafia de Nápoles, que luego fue convertido en una película, Gomorra (Italia, 2008), del director Matteo Garrone. La recordamos aquí a
propósito de la situación de violencia que atraviesa actualmente México. Como
el libro revela nombres y apellidos de los involucrados en un gran número de
negocios ilegales, la vida de Saviano no vale nada: le pasa como al angloindio Salman Rushdie, condenado a muerte por
el ayatolá Jomeini por haberse burlado (supuestamente) del islam; la mafia ha
puesto precio a la cabeza de Saviano, que tiene que dejar Italia, porque ha
recibido amenazas de muerte: ahora circula en la Internet una foto de los dos
autores, quienes sonríen a la cámara de algún periodista porque tienen mucho en
común.
La
película cuenta varias historias de forma alternada, desde la iniciación de un
jovencito en una banda de matones que luchan por el control de un barrio hasta
los derroteros de un sastre, Pasquale (Salvatore
Cantalupo), que ofrece sus servicios a empresarios chinos, para copiar los
diseños de la alta costura italiana y venderlos a bajo precio en el mercado
negro. O bien lo que le ocurre a un joven que trabaja como asistente de un
hombre de negocios, Franco (Tony
Servillo), dedicado a los basureros ilegales de negocios tóxicos.
En
las películas episódicas, formadas por varias historias, como es el caso, es
común que una destaque por encima del conjunto. Sin embargo, en Gomorra el contenido está bastante
balanceado y ninguna historia es desigual.
La
película llama la atención acerca de un gravísimo problema social cuya solución
no parece probable a corto plazo: al final, un letrero informa al espectador de
que la Camorra tiene acciones en el proyecto para reconstruir la Zona Cero de
Nueva York, el espacio donde solían estar las Torres Gemelas, así que el dinero
sucio es invertido en negocios legales. Así que Garrone (y Saviano, desde
luego, este último con riesgo de su vida) han entablado un debate muy intenso
acerca de la época actual, cuando los Estados son incapaces de garantizar la
seguridad de sus ciudadanos. En ese sentido, Gomorra pone en entredicho el mito de la Europa sublime, suerte de
paraíso terrenal donde la vida es armónica y ajena al crimen.
El
espectador acostumbrado a la película de acción convencional o al estilo de un Tarantino, digamos, encontrará en Gomorra un tratamiento del mundo de la
mafia completamente distinto: Garrone filma la violencia de una manera para
nada coreográfica, más cerca de Tropa de
élite (2007), de José Padilha,
lejos de la espectacular y llena de hallazgos visuales Ciudad de Dios (2002), de Fernando
Meirelles y Kátia Lund: cintas
brasileñas acerca de la vida (y la muerte) en las favelas.
La
referencia bíblica del título se justifica tan sólo de manera simbólica, porque
la tragedia de la película es secular. El único resquicio de redención y
esperanza es el del muchacho que deja la mafia, o el del trabajador que se
resigna a conducir un tráiler para ganar dinero, seguramente una miseria
después de que ganaba miles de euros en unas horas.
Una
de las cosas más impactantes de Gomorra
es la manera en la cual se muestra a las nuevas generaciones que delinquen,
como si la belleza de la juventud se hubiera marchado del mundo para ser
sustituida por una entrada incipiente en el horror. Es impactante el relato de
las aventuras de Marco (Marco Macor)
y Ciro (Ciro Petrone), dos
adolescentes que admiran a Tony Montana (el capo de la droga en Caracortada, de Brian De Palma). Juegan a la guerra pero luego tiene que lidiar con
las reglas de los adultos. La escena en la cual prueban el armamento pesado a
la orilla del agua, mientras hacen explotar un barco y gritan, es muy
ilustrativa de la personalidad de los jóvenes.
Estamos
ante una película que desborda el mero entretenimiento al abordar un tema muy
importante, lo mismo que puede decirse de Promesas
del Este, por ejemplo, de David
Cronenberg, acerca del enfrentamiento de la policía inglesa con una de las
mafias locales. Si no vio en su momento las películas que citamos hágalo ahora,
no se arrepentirá.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)