Texto
leído en la presentación del micrositio del ISC dedicado al séptimo arte y la
producción audiovisual de la entidad
Buenos días, gracias a
las autoridades del ISC y a los organizadores de este evento por la invitación.
Las personas adultas que
han asistido de forma regular al cine desde su niñez habrán podido atestiguar
la evolución que ha sufrido este espectáculo, en salas cada vez más
sofisticadas, en cuanto al aspecto técnico, pero desprovistas de la
personalidad de los grandes recintos de cine del pasado. Cambia la forma de ver
cine y de disfrutarlo, de la misma manera que evolucionan nuestros gustos e
intereses.
Mucho tiempo antes, las
fantasmagorías, que ahora pueden parecer candorosas, eran el entretenimiento de
un público afecto a lo que se consideraba sin duda un prodigio.
“Fantasmagorías” es el nombre que recibían en el siglo XVIII las imágenes que,
por medio de un artefacto óptico, la linterna mágica, eran proyectadas en muros
para el esparcimiento de los espectadores. Se trataba de rudimentarios aunque
muy efectivos espectáculos, toda vez que los asistentes se conmovían ante
imágenes de esqueletos, demonios, brujas y otras construcciones monstruosas
asociadas con lo gótico. Tales exhibiciones cayeron en desuso con la emergencia
ya propiamente del cine, en 1895 (*).
Fotografía: Alejandra Almada |
El cinematógrafo
finalmente pudo sobrevivir la condición de simple atractivo de feria que le
adjudicaron sus inventores, los hermanos Lumière, hasta que se convirtió en la
actividad millonaria que todos conocemos. De hecho, como habitantes privilegiados del siglo XXI, hemos
podido presenciar la crisis, tanto creativa como económica, del otrora
incontestable séptimo arte. Desde hace décadas, primero con el ascenso de la
televisión, luego con otras tecnologías, el cine ha sido blanco de los más
amargos vaticinios a propósito de su agonía, por lo visto ya demasiado
prolongada. Agonizaron y fueron derruidos los viejos cines de arquitectura
espectacular, aunque al mismo tiempo proliferaron las salas más pequeñas, donde
se exageran las virtudes del 3D, muchas veces improvisado. La forma de ver cine
en esas salas no deja a su vez de transformarse, en la búsqueda de enriquecer
la experiencia, porque resulta imposible frenar la piratería, lo cual
implicaría ponerle puertas al campo.
Pero volvamos al pasado,
a la forja de ese mito llamado cine. De la mano de directores visionarios como
Georges Méliès (homenajeado por Martin Scorsese en Hugo), el truco de magia de los hermanos franceses se volvió
referente cultural y constructor por excelencia de, como suele decirse, sueños
muy elaborados: el viaje a la Luna, la conquista del polo… en suma, el viaje
casi imposible. Así, el cine nace como una suerte de elaborado truco de magia.
Demos ahora un salto de
poco más de un siglo hasta esta sala, donde nos hemos reunido para atestiguar
ya no propiamente un truco de magia, sino la más reciente tecnología y puerta
de acceso al cine que también tanto nos importa, el más nuestro, el cine sonorense,
con el micrositio El cine en Sonora,
del Instituto Sonorense de Cultura y la Coordinación de Proyectos
Cinematográficos. Un portal dedicado, como su nombre lo indica, a difundir las
obras cinematográficas de la región, mismas que han experimentado un
crecimiento y una maduración notables, que podemos comprobar, por ejemplo, en
el auge que ha cobrado la práctica del documental. Una presencia que no es
casual sino que viene a ser el resultado natural de la intervención y de la
constancia de Mónica Luna y de su equipo, desde hace décadas.
Así, hay que darle la
bienvenida a este sitio, El cine en
Sonora, una herramienta excelente para aprehender este cine con el cual
tenemos una deuda pendiente. Es decir, un cine que hemos visto menos que el
cine de Hollywood, espectacular y lleno de bellezas, superhéroes y otros
prodigios. Sin embargo, aquí nos espera una belleza con la cual hemos sido
negligentes y este sitio es el idóneo para empezar a sumergirnos en su
historia, como veremos.
El
cine en Sonora es un micrositio informativo, a través
del cual, como es obvio, podemos conocer de manera oportuna las actividades
relacionadas con el séptimo arte promovidas por el ISC, como la programación de
la sala de cine Alejandro Parodi, de la Casa de la Cultura, por ejemplo. O bien
las convocatorias para becas y todo tipo de apoyos para la creación de obra o
bien la capacitación de los creadores. De igual forma, las noticias, por
ejemplo la publicidad de este evento y muchos otros, que nos dan cuenta de la
actividad que se lleva a cabo en esta institución. Todo ello muy oportuno,
porque nos permite concentrar en un solo lugar todas las actividades del ISC,
para no perdernos de nada o bien, lamentar que falta el tiempo para asistir a
todo.
No obstante, voy a saltar
directamente a la parte que me ha parecido más llamativa, como afecto al cine.
Me refiero a la sección de cinematografía sonorense, porque ahí, fiel a la
vocación patrimonial del sitio, puede encontrarse buena parte de los cortos que
se han hecho en nuestro estado, en una oportunidad de ponerse al día con los
documentales o las obras de ficción de factura sonorense. Y así, en esa sección
podemos conocer la historia de Miguel, un joven con Síndrome de Down, y su
lucha para encontrar un trabajo. O bien la lucha de Manita, una peluquera quien
tiene que lidiar con una enfermedad. Todos los trabajos incluyen una ficha,
para conocer el director, el año, el género y todos esos datos indispensables
para irnos acostumbrarnos a pensar en el cine no solo como una labor de actores
y directores, sino también de fotógrafos y editores.
En ese mismo sentido y
como un estímulo para la investigación o la simple curiosidad, el sitio cuenta
con un apartado para el catálogo cinematográfico, que se remonta a 1973, con el
documental de Felipe Cazals sobre los seris, Los que viven donde sopla el viento suave. Un recorrido que llega
hasta la actualidad. El visitante puede calificar las películas, por ejemplo,
lo cual permite ir formando una evaluación, común en sitios como IMDb, por ejemplo,
o Netflix, que sirve para orientarse un poco acerca de la calidad de las
películas.
El
cine en Sonora, por lo tanto, además de centralizar la
promoción cultural en torno al cine y la cultura audiovisual de nuestro estado,
es un archivo que busca estimular la difusión de documentales y obras de
ficción, para que estos trabajos finalmente lleguen hasta su público. Al mismo
tiempo, el sitio facilita la labor de los estudiosos del fenómeno
cinematográfico, porque por medio de El
cine en Sonora los historiadores, académicos, críticos interesados en
investigar acerca de algún aspecto relacionado con la producción audiovisual de
la entidad pueden disponer de una base de datos confiable y en constante
actualización.
Sería interesante, por
ejemplo, llevar a cabo un estudio de cómo han ido cambiando los intereses de
los jóvenes cineastas, es decir, qué tipo de géneros les interesan ahora. En
los 90, por ejemplo, todos querían hacer historias acerca de mafiosos, por la
influencia del primer Tarantino. ¿Qué tipo de contenidos generan interés en
nuestros días? De esa manera se puede vincular otra iniciativa del ISC, el
Concurso del Libro Sonorense, para que se fomenta la escritura de ensayos sobre
cine.
Entre las sugerencias
para el sitio diría que falta mejorar la experiencia de lectura en teléfonos,
por ejemplo, lo que me imagino es solo cuestión de tiempo. También es necesario
atender a los orígenes de la exhibición en Sonora, por ejemplo. En ese sentido,
el micrositio puede enlazarse con los fondos digitales de la Universidad deSonora, en los cuales hay varias tesis acerca del fenómeno cinematográfico en
general y acerca de la historia de los cines locales en particular.
El
cine es una tecnología en la cual los directores se han regodeado para contar
historias, para nuestra fortuna, narrativas que luego dan cuenta del pasado de
un país o de una región. Hace unos años, digamos en los 80 del siglo pasado, el
interés por las expresiones artísticas regionales era visto con desconfianza,
porque se buscaba lo cosmopolita ante todo. Hoy, asistimos a un renovado
interés en las artes regionales, en la indagación de sus orígenes y de su
desarrollo. Por eso hay que darle la bienvenida a esfuerzos como el que hoy nos
convoca y contribuir, entre todos, a su consolidación.
(*)
Robertson, en 1799, mediante
una linterna llamada el fantoscopio, exhibía a los espectadores «figuras
terroríficas (“fantasmas”) de Cagliostro, Marat, Lavoisier o Robespierre)
proyectadas sobre una pantalla solidaria», como dice Gustavo Bueno en La fe del ateo.
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