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miércoles, 24 de octubre de 2018
domingo, 21 de octubre de 2018
viernes, 24 de agosto de 2018
El terror es un síntoma
"Sobre el carácter sintomático del cine de horror existe ya hoy amplio consenso, cuando se comprueba que sus periodos de máximo desarrollo y originalidad (pues los estereotipos repetitivos han existido siempre) han correspondido a situaciones sociales traumáticas: el cine expresionista de la convulsa República de Weimar, en el marco de la inflación y de las luchas sociales que desembocarían en el nazismo (período 1919-1926), la Gran Depresión en los Estados Unidos (período 1931-1939), los monstruos apocalípticos despertados en el cine japonés por dos bombas atómicas (período posterior a 1945), la invasión de poseídos por el demonio y de esforzados exorcistas en el marco de la actual crisis capitalista, con su inflación galopante, su elevado desempleo y la catástrofe ecológica como fondo (desde 1974 hasta hoy). De un modo un tanto apresurado se podría concluir que los períodos de convulsión e inseguridad social han activado los temores más profundos y atávicos (pérdida de identidad, sumisión, mutilación, muerte) del ser humano y han encontrado su puntual reflejo en la pantalla".
Román Gubern y Joan Prats Carós. Las raíces del miedo. Antropología del cine de terror. Tusquets, 1979.
jueves, 5 de julio de 2018
El cine en Sonora
Texto
leído en la presentación del micrositio del ISC dedicado al séptimo arte y la
producción audiovisual de la entidad
Buenos días, gracias a
las autoridades del ISC y a los organizadores de este evento por la invitación.
Las personas adultas que
han asistido de forma regular al cine desde su niñez habrán podido atestiguar
la evolución que ha sufrido este espectáculo, en salas cada vez más
sofisticadas, en cuanto al aspecto técnico, pero desprovistas de la
personalidad de los grandes recintos de cine del pasado. Cambia la forma de ver
cine y de disfrutarlo, de la misma manera que evolucionan nuestros gustos e
intereses.
Mucho tiempo antes, las
fantasmagorías, que ahora pueden parecer candorosas, eran el entretenimiento de
un público afecto a lo que se consideraba sin duda un prodigio.
“Fantasmagorías” es el nombre que recibían en el siglo XVIII las imágenes que,
por medio de un artefacto óptico, la linterna mágica, eran proyectadas en muros
para el esparcimiento de los espectadores. Se trataba de rudimentarios aunque
muy efectivos espectáculos, toda vez que los asistentes se conmovían ante
imágenes de esqueletos, demonios, brujas y otras construcciones monstruosas
asociadas con lo gótico. Tales exhibiciones cayeron en desuso con la emergencia
ya propiamente del cine, en 1895 (*).
Fotografía: Alejandra Almada |
El cinematógrafo
finalmente pudo sobrevivir la condición de simple atractivo de feria que le
adjudicaron sus inventores, los hermanos Lumière, hasta que se convirtió en la
actividad millonaria que todos conocemos. De hecho, como habitantes privilegiados del siglo XXI, hemos
podido presenciar la crisis, tanto creativa como económica, del otrora
incontestable séptimo arte. Desde hace décadas, primero con el ascenso de la
televisión, luego con otras tecnologías, el cine ha sido blanco de los más
amargos vaticinios a propósito de su agonía, por lo visto ya demasiado
prolongada. Agonizaron y fueron derruidos los viejos cines de arquitectura
espectacular, aunque al mismo tiempo proliferaron las salas más pequeñas, donde
se exageran las virtudes del 3D, muchas veces improvisado. La forma de ver cine
en esas salas no deja a su vez de transformarse, en la búsqueda de enriquecer
la experiencia, porque resulta imposible frenar la piratería, lo cual
implicaría ponerle puertas al campo.
Pero volvamos al pasado,
a la forja de ese mito llamado cine. De la mano de directores visionarios como
Georges Méliès (homenajeado por Martin Scorsese en Hugo), el truco de magia de los hermanos franceses se volvió
referente cultural y constructor por excelencia de, como suele decirse, sueños
muy elaborados: el viaje a la Luna, la conquista del polo… en suma, el viaje
casi imposible. Así, el cine nace como una suerte de elaborado truco de magia.
Demos ahora un salto de
poco más de un siglo hasta esta sala, donde nos hemos reunido para atestiguar
ya no propiamente un truco de magia, sino la más reciente tecnología y puerta
de acceso al cine que también tanto nos importa, el más nuestro, el cine sonorense,
con el micrositio El cine en Sonora,
del Instituto Sonorense de Cultura y la Coordinación de Proyectos
Cinematográficos. Un portal dedicado, como su nombre lo indica, a difundir las
obras cinematográficas de la región, mismas que han experimentado un
crecimiento y una maduración notables, que podemos comprobar, por ejemplo, en
el auge que ha cobrado la práctica del documental. Una presencia que no es
casual sino que viene a ser el resultado natural de la intervención y de la
constancia de Mónica Luna y de su equipo, desde hace décadas.
Así, hay que darle la
bienvenida a este sitio, El cine en
Sonora, una herramienta excelente para aprehender este cine con el cual
tenemos una deuda pendiente. Es decir, un cine que hemos visto menos que el
cine de Hollywood, espectacular y lleno de bellezas, superhéroes y otros
prodigios. Sin embargo, aquí nos espera una belleza con la cual hemos sido
negligentes y este sitio es el idóneo para empezar a sumergirnos en su
historia, como veremos.
El
cine en Sonora es un micrositio informativo, a través
del cual, como es obvio, podemos conocer de manera oportuna las actividades
relacionadas con el séptimo arte promovidas por el ISC, como la programación de
la sala de cine Alejandro Parodi, de la Casa de la Cultura, por ejemplo. O bien
las convocatorias para becas y todo tipo de apoyos para la creación de obra o
bien la capacitación de los creadores. De igual forma, las noticias, por
ejemplo la publicidad de este evento y muchos otros, que nos dan cuenta de la
actividad que se lleva a cabo en esta institución. Todo ello muy oportuno,
porque nos permite concentrar en un solo lugar todas las actividades del ISC,
para no perdernos de nada o bien, lamentar que falta el tiempo para asistir a
todo.
No obstante, voy a saltar
directamente a la parte que me ha parecido más llamativa, como afecto al cine.
Me refiero a la sección de cinematografía sonorense, porque ahí, fiel a la
vocación patrimonial del sitio, puede encontrarse buena parte de los cortos que
se han hecho en nuestro estado, en una oportunidad de ponerse al día con los
documentales o las obras de ficción de factura sonorense. Y así, en esa sección
podemos conocer la historia de Miguel, un joven con Síndrome de Down, y su
lucha para encontrar un trabajo. O bien la lucha de Manita, una peluquera quien
tiene que lidiar con una enfermedad. Todos los trabajos incluyen una ficha,
para conocer el director, el año, el género y todos esos datos indispensables
para irnos acostumbrarnos a pensar en el cine no solo como una labor de actores
y directores, sino también de fotógrafos y editores.
En ese mismo sentido y
como un estímulo para la investigación o la simple curiosidad, el sitio cuenta
con un apartado para el catálogo cinematográfico, que se remonta a 1973, con el
documental de Felipe Cazals sobre los seris, Los que viven donde sopla el viento suave. Un recorrido que llega
hasta la actualidad. El visitante puede calificar las películas, por ejemplo,
lo cual permite ir formando una evaluación, común en sitios como IMDb, por ejemplo,
o Netflix, que sirve para orientarse un poco acerca de la calidad de las
películas.
El
cine en Sonora, por lo tanto, además de centralizar la
promoción cultural en torno al cine y la cultura audiovisual de nuestro estado,
es un archivo que busca estimular la difusión de documentales y obras de
ficción, para que estos trabajos finalmente lleguen hasta su público. Al mismo
tiempo, el sitio facilita la labor de los estudiosos del fenómeno
cinematográfico, porque por medio de El
cine en Sonora los historiadores, académicos, críticos interesados en
investigar acerca de algún aspecto relacionado con la producción audiovisual de
la entidad pueden disponer de una base de datos confiable y en constante
actualización.
Sería interesante, por
ejemplo, llevar a cabo un estudio de cómo han ido cambiando los intereses de
los jóvenes cineastas, es decir, qué tipo de géneros les interesan ahora. En
los 90, por ejemplo, todos querían hacer historias acerca de mafiosos, por la
influencia del primer Tarantino. ¿Qué tipo de contenidos generan interés en
nuestros días? De esa manera se puede vincular otra iniciativa del ISC, el
Concurso del Libro Sonorense, para que se fomenta la escritura de ensayos sobre
cine.
Entre las sugerencias
para el sitio diría que falta mejorar la experiencia de lectura en teléfonos,
por ejemplo, lo que me imagino es solo cuestión de tiempo. También es necesario
atender a los orígenes de la exhibición en Sonora, por ejemplo. En ese sentido,
el micrositio puede enlazarse con los fondos digitales de la Universidad deSonora, en los cuales hay varias tesis acerca del fenómeno cinematográfico en
general y acerca de la historia de los cines locales en particular.
El
cine es una tecnología en la cual los directores se han regodeado para contar
historias, para nuestra fortuna, narrativas que luego dan cuenta del pasado de
un país o de una región. Hace unos años, digamos en los 80 del siglo pasado, el
interés por las expresiones artísticas regionales era visto con desconfianza,
porque se buscaba lo cosmopolita ante todo. Hoy, asistimos a un renovado
interés en las artes regionales, en la indagación de sus orígenes y de su
desarrollo. Por eso hay que darle la bienvenida a esfuerzos como el que hoy nos
convoca y contribuir, entre todos, a su consolidación.
(*)
Robertson, en 1799, mediante
una linterna llamada el fantoscopio, exhibía a los espectadores «figuras
terroríficas (“fantasmas”) de Cagliostro, Marat, Lavoisier o Robespierre)
proyectadas sobre una pantalla solidaria», como dice Gustavo Bueno en La fe del ateo.
miércoles, 4 de julio de 2018
El legado del diablo
(Hereditary, EUA, 2018), de Ari
Aster. [Alerta: película destripada]. La trágica historia de una familia en la
cual abundan las enfermedades mentales, pero que tal vez tengan un origen para
nada relacionado con la medicina, sino más bien con el ocultismo. El debut de Ari
Aster es una cinta de terror sobrenatural cuyo principal acierto es inscribirse
en una tradición que los norteamericanos han cultivado con profusión: las
historia de sectas, logias y otros grupos delirantes que se dedican con una fe
admirable (en tiempos de la supuesta crisis de los grandes relatos) a cultivar algún
culto demoniaco o pagano, en las antípodas del cristianismo. Me refiero a
películas como El bebé de Rosemary (EUA,
1968), de Roman Polanski, La profecía
(Reino Unido| EUA, 1976), de Richard Donner, El abogado del Diablo (EUA| Alemania), de Taylor Hackford y muchas
otras, en las cuales un grupo de personas, por lo general adineradas, conspiran
para aprovecharse de algún inocente e invocar el infierno en la Tierra. Una
tradición que los norteamericanos asumen como natural, por su riquísima
tradición gótica, tanto en el cine como en la literatura. Por eso, la
característica más notable de esa película es esa, la forma en que, con
orgullo, pasa a formar parte de las filas de un cine muy norteamericano. Por
eso luego no resulta tan sencillo tratar de emular ese tipo de historias desde
otras cinematografías, en las cuales el tema de la logia sería tal vez
artificial. Si acaso, cabe especular cómo sería una película acerca, digamos,
del Yunque panista y los delirios que se le atribuyen.
El otro gran acierto de El
legado del diablo es su “coquetería” ya desde el inicio. La forma en que
llena de guiños su historia, como una suerte de detalles al principio
desconcertantes pero que luego el espectador puede reinterpretar. Por ejemplo,
en el velorio de su madre, el personaje de Toni Colette, Annie, preside la
ceremonia y dirige unas palabras a los asistentes: me da gusto ver a tanta
gente extraña, dice. Pero no sabe, no se imagina (¿quién podría imaginar eso?),
que en realidad se trata de los compañeros de su madre en el culto. Luego
comenta que su madre tenía un carácter difícil: ¿cómo no iba a ser así si
estaba poseída por un demonio? Pero todo eso Annie lo atribuye a la locura que
ha asolado a su familia por generaciones, cuando en realidad se trata de la herencia macabra del título original.
Hay, entonces, unas piezas que el espectador tiene que unir, como en la escena
final, cuando cobra sentido el pasatiempo de la niña y sus curiosos “muñecos”.
La esencia de la película remite al ocultismo, ya lo hemos
dicho, pero eso no impide que El legado
del diablo se burle de otras prácticas, como las sesiones espiritistas, que
aquí son mostradas como una trampa para hacer caer a los ingenuos, como es el
caso de la bruja Joan (Ann Dowd), que atrae a la pobre Annie con el pretexto de
contactar a un familiar muerto. Pero todo es un truco vulgar para seducir a la
víctima y hacerla participar en otras ceremonias, sin que esta ni siquiera
advierta que está siendo utilizada. Un poco como le ocurre al espectador, con
todo y que este está avisado de que algo siniestro (e incorrecto) tiene lugar
en la cinta.
domingo, 18 de febrero de 2018
Still/ Born
Still/Born (Canadá,
2017), de Brandon Christensen. Mary (Christie Burke) pierde a uno de sus
gemelos durante el parto, lo cual le provoca un severo trauma con el cual tiene
que lidiar, al mismo tiempo que trata de cuidar a su nuevo hijo, Adam, y
adaptarse a la vida en una nueva casa. Pronto, la mujer sospecha que su bebé es
acosado por una suerte de demonio ladrón de niños; no ayuda que su esposo, como
es obvio, no le cree y tiene que ausentarse por varios días debido a cuestiones
de trabajo. En la soledad de su hogar, cada vez más amenazante, Mary tiene que
enfrentarse con un fenómeno que desafía su cordura. Película de horror que
juega a convertir lo sobrenatural en una suerte de consecuencia del estrés
posparto, como ocurre en cintas modélicas como El bebé de Rosemary. Still/
Born está impregnada de ambigüedad y misterio y hay en ella varios momentos
de genuino terror, como en la escena de la bañera o en el plano del ducto de
ventilación y lo que oculta. No tiene concesiones y sigue con crueldad la
decadencia de su personaje central, quien no puede distinguir la lucidez de la
locura. Lo que puede reprochársele es su toma de partido en la escena final,
cuando trata de reivindicar lo que antes había cuestionado: la salud mental de
una heroína quien, en sus mejores momentos, tendía a confundirse con la
villana.
lunes, 12 de febrero de 2018
The Post
The Post: los oscuros
secretos del Pentágono (The Post,
Reino Unido| EUA, 2017), de Steven Spielberg. Uno de los directores
norteamericanos por excelencia vuelve a dar muestras de la variedad de su
registro, que va de la fantasía hasta el drama, con esta película acerca de los
entresijos del poder político y la prensa. La película se centra en un caso
real: la filtración de un informe secreto del gobierno de los EEUU en el cual
se revela que era imposible ganar la guerra de Vietnam. Sin embargo, a pesar de
las evidencias, los diferentes gobiernos que tuvieron que lidiar con el
conflicto, de Johnson hasta Nixon, sin olvidar al inmaculado John F. Kennedy,
ocultaron a los ciudadanos que la guerra estaba perdida (lo cual no les impidió
seguir con el envío de tropas). Así, la cinta cuenta cómo el informe llega a
las manos de los directivos de The New
York Times y The Post y cómo
ambos deciden publicarlo, con todos los riesgos que implica enfrentarse con la
censura gubernamental y sus represalias; como su nombre lo indica, el filme se
centra sobre todo en el caso del segundo periódico. Si bien la complejidad de
la política durante la Guerra fría es reducida aquí a una suerte de ciego orgullo
norteamericano (los EEUU habrían mantenido a sus tropas en Vietnam simplemente para
no quedar mal frente al mundo), lo mejor de este nuevo relato de Spielberg lo
encontramos en las ideas que gravitan en torno al personaje de Meryl Streep, Kay
Graham, la dueña de The Post: el
verdadero riesgo de publicar información que ponga en evidencia al gobierno lo
corren los dueños del periódico, no tanto los editores o los reporteros, porque
aquellos tienen que responder ante los empleados de la empresa y sus familias;
en cambio, el prestigio del editor y sus reporteros brilla con más fuerza en tiempos
de adversidad, persecución y censura. De ahí que The Post sea en sus mejores momentos un alegato feminista, que
muestra a Graham como un ejemplo de mujer luchadora. Una idea que no se pone en
boca de nadie, sino que se sugiere por medio de escenas clave, con una técnica
que recuerda a la Clarice Starling (interpretada por Jodie Foster) de El silencio de los inocentes. De la
misma manera que la joven estudiante del FBI se adentraba en un mundo
masculino, así Kay Graham tiene que enfrentarse a los hombres que desconfían de
ella. O bien, ser rodeada y reconocida como referente por otras mujeres, como
en esa escena de la escalinata. Acaso demasiado complacida con la historia de
la prensa norteamericana, aunque no por ello carente del interés habitual de
las películas de Spielberg.
domingo, 4 de febrero de 2018
La región salvaje
La región salvaje (México| Dinamarca| Francia| Alemania| Noruega|
Suecia, 2016), de Amat Escalante. La historia de la influencia (benefactora y
atroz) que un monstruo tentacular extraterrestre tiene entre un conjunto de
personajes, que habitan una ciudad de la provincia mexicana. Desafiante
película acerca de la aventura (nunca mejor dicho) que una joven madre y esposa
frustrada, Alejandra (Ruth Ramos), tiene con la criatura en cuestión, misma que
una pareja de científicos mantiene oculta en una cabaña del bosque. Hasta ahí
llegan varios personajes para probar las artes amatorias del monstruo, mismo
que resulta ser mucho mejor amante que Ángel (Jesús Meza), el marido golpeador y
alcohólico de Alejandra, un tipo que para colmo es homosexual de clóset. Y esa
es la gran ironía de la cinta y a la vez su gran alegato: cómo un monstruoso
alien puede ser una influencia mucho más positiva para la vida de una joven
mujer mexicana, víctima de maltratos y sumida en el hastío. La historia de los
personajes es de lo más común, aunque es en el trasfondo, la explicación detrás
de las muertes y la violencia, donde está lo novedoso, una osada película
erótica que lleva hasta el límite la cercanía, tantas veces tratada, entre el
erotismo y la muerte. Se ha comparado la
película con Posesión, la delirante
película de horror de Andrzej Zulawski, donde también hay una mujer que
emprende una relación con una misteriosa criatura. No obstante, no hay mayor
misterio: Escalante dedica la película al director balcánico, sí, aunque su película es mucho menos críptica; por el contrario, es transparente en
su propuesta: mostrar ese México violento donde los machos juegan al homosexual
pasivo y detentan una feroz homofobia, al mismo tiempo que
marginan y humillan a sus mujeres. Sin embargo, la película se rebela contra la
idea de un monstruo-dios providencial y justiciero, porque la criatura parece
replicar ciertas conductas humanas que nos llevan a una conclusión brutal:
puede que el éxtasis sí caiga del cielo, pero con él viene también la
destrucción y el dolor de todos los días.
miércoles, 17 de enero de 2018
El profesor Marston y la Mujer Maravilla
El profesor Marston y la Mujer Maravilla (Professor
Marston and the Wonder Women, EUA, 2017), de Angela Robinson. Es una feliz
“coincidencia” que justo en el año en que se estrena la Mujer Maravilla, de
Patty Jenkins, aparezca también la cinta que cuenta cómo fue que se forjó este
personaje de historieta, nacido de las obsesiones del psicólogo del título,
interpretado por Luke Evans, en torno a la conducta humana y en especial a su
sexualidad. Ni se imaginan, me parece, los entusiastas de la película de
Jenkins (o de la serie de televisión protagonizada por Lynda Carter en los
setenta), la reivindicación de una sexualidad gozosa en los cómics originales,
así como el regodeo en prácticas como el sadomasoquismo, el cosplay y el bondage, que podía verse en estas historietas, para nada inocentes,
sino cargadas de ideología: la reivindicación de una mujer emancipada y fuerte,
encarnada en la heroína en cuestión. Así, el filme de Robinson (antes directora
de ciertos episodios de True Blood), nos cuenta la gestación de la Mujer
Maravilla, que tiene lugar en Norteamérica, entre la década de los veinte y los
cuarenta: Marston y su esposa, Elizabeth (Rebeca Hall), trabajan en un college, Radcliffe, en donde ambos tratan
de desarrollar una nueva tecnología, el detector de mentiras. Para ello y otras
tareas se une a ellos una joven asistente, Olive (Bella Heathcote), con quien
la pareja terminará teniendo un apasionado romance y un longevo enamoramiento,
que además será también una productiva colaboración intelectual: de hecho, el
éxito final del detector de mentiras será obra de ellas. Sin embargo, por ese
romance tan poco común comienzan las penurias del profesor, cuestionado por la sociedad de la época por sus prácticas de amor libre, que luego son el alimento de su criatura más famosa: Diana, la Mujer Maravilla. La teoría del profesor, expresada en el libro Emotions of Normal People y combinada por su
fascinación con el erotismo, se convierte en la justificación ideológica de la
superheroína: el lazo, que obliga a los villanos a decir la verdad, es una
variante del detector de mentiras, mientras que el traje de Wonder Woman
proviene del armario de un francés libertino vendedor de lencería. Sin embargo,
la verdadera hazaña será, como veremos, la defensa de un amor atípico, que de
verdad precisa de mujeres maravilla. De ahí que uno de los aciertos sea el
desempeño del elenco, que además aprovecha el pasado como héroe épico de Evans,
mientras se regodea en la belleza de Heathcote, protagonista de escenas de
nalgadas, tríos y ataduras. Es decir, estamos ante una película erótica que le
da otro sentido al popular personaje, al mismo tiempo que realza el papel de la
mujer en nuestras sociedades.
miércoles, 10 de enero de 2018
Three Bilboards Outside Ebbin, Missouri
Three Bilboards Outside
Ebbin, Missouri (Reino Unido| EUA, 2017), de Martin McDonagh. Las
repercusiones de la violación y del asesinato de una joven en el lugar del
título, sobre todo cuando la madre de esta decide tomar cartas en el asunto y
pagar por tres anuncios espectaculares en la entrada del pueblo, en los cuales
denuncia la falta de resultados en la investigación del crimen. Interesante
muestra de cómo un asunto muy serio, que además incluye un cáncer de páncreas y
un caso de quemaduras graves, permite un asunto no solo dramático, sino por
momentos cómico, en su descripción de las tensiones que tienen lugar en una
pequeña localidad del sur de Estados Unidos. Así, la cinta llama la atención
por su retrato fiel de ciertos personajes, por más desagradables que resulten,
como es el caso del policía racista Dixon (interpretado por Sam Rockwell). Sin
embargo, la que se lleva las palmas es Frances McDormand en el papel de
Mildred, mujer de armas tomar que pondrá en jaque a la policía y al resto del
pueblo, primero con medidas pacíficas y luego no tanto. Excelente la secuencia
del policía y sus represalias contra el empresario; o bien, la escena del
atentado. O ese momento en el cual el jefe de la policía se presenta en la
comandancia. O la escena en la cual Mildred se enfrenta contra unos estudiantes
en la escuela de su hijo. Pocas veces puede verse en una película de este tipo,
acerca de la lucha de un personaje contra el sistema, un regodeo semejante en
la violencia como fuerza liberadora. McDonagh ya había sorprendido en el pasado
con En Brujas (2008), acaso superior.
Ganadora del Globo de Oro.
viernes, 5 de enero de 2018
The Snowman
«The Snowman» (Reino Unido| EUA|
Suecia, 2017), de Thomas Alfredson. Adaptación muy libre de la novela del
escritor noruego Jo Nesbø del mismo nombre, publicada en 2007, la séptima de
una serie dedicada al inspector de policía Harry Hole, interpretado en esta
película por el famoso actor alemán Michael Fassbender. El gran problema de
esta cinta es que asume que los espectadores conocen las hazañas del personaje
de Nesbø, quien se ha construido una reputación como especialista en asesinos seriales,
al mismo tiempo que lo aqueja el alcoholismo y otras características propias de
su personalidad inestable. En ese sentido, tal vez habría sido más apropiada
una serie de televisión que hiciera justicia a la complejidad de la intriga en
la novela, porque la adaptación desecha casi por completo las motivaciones del
asesino, en la historia original aquejado por una extraña enfermedad. En la
novela, además, hay varios sospechosos de cometer los asesinatos, hasta que
finalmente se descubre que solo se trata de jugarretas del asesino para
despistar a la policía. Nada de eso está presente en una cinta que no tiene por
qué ser fiel, pero la versión que aquí nos ofrecen se antoja incompleta. Queda
como paliativo la presencia de un elenco de primera que, sin embargo, poco
puede hacer para salvar de la intrascendencia un material que merecía otro
tratamiento. Alfredson, quien en el pasado dejó muestras de su talento en la
cinta de espías «Tinker Tailor Soldier Spy», aquí tropieza estrepitosamente.
martes, 2 de enero de 2018
Lady Bird
Lady Bird (2017). Largometraje dirigido y escrito
por la actriz norteamericana Greta Gerwig, en el cual nos cuenta la historia de
Christine, quien se hace llamar “Lady Bird” (Saoirse Ronan), una estudiante de una
preparatoria religiosa, en Sacramento, y su relación amor-odio con su ciudad y
sus habitantes, en especial con su madre (Laurie Metcalf). La película se
centra en las desventuras amorosas de la chica y en su esperanza de ser
aceptada por una universidad neoyorquina para escapar de una vida que considera
asfixiante. Hilarante película en la
línea de otros proyectos de Gerwig, como su papel en Frances Ha (2013), de
Noah Baumbach, acerca de una joven desafortunada en el amor y en todo, aunque a
pesar de sus limitaciones termina sobreponiéndose a ellas. Y así, a pesar de
ser una historia de decepciones amorosas entre la chica y los niños ricos “del
otro lado de las vías”, lo mejor lo podemos encontrar en la interacción entre
Lady Bird y los otros personajes femeninos del film: Lady Bird y su amiga “Julie”
(Beanie Feldstein, excelente); Lady Bird y la chica bonita y adinerada Jenna (Odeya
Rush); Lady Bird y la hermana Sara (Lois Smith) y, sobre todo, Lady Bird y su
madre. Desde su inicio, la cinta está llena de escenas antológicas (la muchacha
que salta del auto en movimiento), que se suceden con notable naturalidad: el
entrenador de futbol que se ver forzado a dirigir teatro estudiantil, la charla
en la cocina acerca de la mentira, el monólogo del amigo en la obra, la broma a
la monja y sus efectos… en fin, cine que se inscribe con orgullo en la tradición
independiente norteamericana y hace reír al mismo tiempo que se empeña en
encontrar la belleza en los lugares menos pensados. Si en el pasado Ronan había
demostrado su talento para interpretar personajes melancólicos, ahora ha sabido
añadir a lo anterior una comicidad neurótica que ofrece muy buenos resultados.
Call Me by Your Name
«Call Me by Your Name» (Italia| Francia| Brasil| EUA,
2017), de Luca Guadagnino. La historia del despertar sexual de un joven de 17
años, Elio (Thimotée Chalamet), quien vive con sus padres en un pueblo del
norte de Italia. Hasta ese lugar llega, para ayudar en sus investigaciones
académicas al padre de Elio, un estudiante universitario proveniente de los EU,
Oliver (Armie Hammer). Luego de una serie de desencuentros, surgirá un apasionado
romance entre ambos. Película elogiada hasta la saciedad por la crítica (para
algunos la mejor de 2017). Sin embargo, a pesar de la indudable belleza de la
campiña italiana, del buen desempeño del elenco y de la vigorosa interacción
entre sus dos protagonistas masculinos, la película no puede evitar ser algo
divagante. En su anterior, «A Bigger Splash» (2015), Guadagnino también jugaba
casi con los mismos elementos ―la belleza y el exotismo italianos, el erotismo,
una casa apartada, incluso el choque cultural―, aunque se las ingeniaba para
inyectar interés a su historia con un personaje muy chocante y una intriga
policiaca. Sin embargo, ahora solo se regodea en escenas de gran belleza y sus
personajes son incapaces del rencor: todos perdonan, entienden, apoyan y
sonríen. El único conflicto real parece ser la reclusión final de uno de los
personajes en el closet, pero hasta en ese momento parecen decirnos: “Así es la
vida”. O bien: “¡Oh, qué duro es crecer, me quedo mirando el fuego de la
chimenea, qué profundo!”. Eso no evita, como hemos dicho, momentos de verdadera
inspiración, como el baile con The Psychedelic Furs al fondo, o esa escena de
la estatua que emerge de las aguas.
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