La enorme atención obtenida por Amour, ganadora del Oscar 2013 a la mejor película extranjera (que
ya comentamos en este espacio, ver edición del 22 de febrero de 2013), no es
obstáculo para que recomendemos también Rebelle
(conocida internacionalmente como War
Witch, Canadá, 2012), de Kim Nguyen,
una de las cintas perdedoras en ese categoría, aunque de gran interés, como se
verá.
Rebelle cuenta la historia de
Komona (Rachel Mwanza), una joven
africana de doce años, casi niña, quien es secuestrada por un grupo de
guerrilleros; previamente, estos asolan la modesta villa donde la muchacha vive
con su familia, todo ello en el contexto de las luchas tribales del África
subsahariana.
La bruja de la guerra del título en
inglés hace referencia al poder sobrenatural de la chica, capaz de ver a los
muertos, un “don” que el líder de los paramilitares aprovecha para su
beneficio.
Lo primero que hay que destacar es el intento del
director y guionista, Kim Nguyen, de combinar elementos como la sangrienta guerrilla,
que asesina y comete tropelías sin fin.
Y, frente a esto, una especulación fantasiosa acerca de los supuestos
poderes de una niña de la guerra.
Una mezcla, entre el “realismo” y “lo fantástico”,
digamos, que, adelantamos, nos parece ejecutada con torpeza, sobre todo por la
vulgaridad con la cual son representados los fantasmas: Nguyen quiere que
aceptemos que los muertos son apariciones de personas cubiertas por un
maquillaje blanco, que acaso evoca la cal de una fosa común. Pero la imagen es
vulgar y si se busca que sea aterradora tampoco es el caso, tal y como ocurre
en otro filme también muy reciente, Siniestro
(Sinister, 2012), de Scott
Derrickson, en la cual los fantasmas son niños de apariencia enferma y mal
vestidos.
El problema del fantasma, como bien podemos llamarlo,
es uno de los más peliagudos del cine: ¿cómo hacer para que la aparición del
fantasma no desentone en una película? Hay una forma de “filmar” al fantasma,
por ejemplo en Los otros, que no
tiene nada que ver con la manera en que se resuelve el reto de lo sobrenatural
en Biutiful. Sobre ello ya nos hemos pronunciado antes, en sintonía con lo dicho por el filósofo español Rubén
Franco González en su interesante ensayo “Dos ejemplos de cine religioso”
(publicado en la revista El Catoblepas,
enero de 2008, disponible en internet).
Valga como resumen de nuestros reparos a Rebelle el hecho de que la aparición del
fantasma supone el planteamiento de ciertas reglas que luego no pueden
ignorarse a placer, como ocurre en el caso de cintas como la ya citada Biutiful y otras como El orfanato y, de manera emblemática en El exorcista, plagada de imágenes que el
director pretende hacer pasar por verosímiles.
Lo mejor de la película está, una vez dicho lo
anterior, en las peripecias del personaje protagónico en una tierra convulsa,
su lucha por sobrevivir la leva de la guerrilla, así como en la evocación de la
belleza de la tierra, muchas veces perdida. Así ocurre en el regreso de la heroína
hasta su aldea.
Otras veces, la magia se combina con fortuna, como en
la anécdota cómica del gallo blanco como requisito indispensable para ceder
ante las pretensiones amorosas del amigo. O con la escena de la espina y la
violación.
Nguyen recurre a un asunto que goza de cierta
notoriedad en las noticias, el caso de los negros albinos que en algunas
comunidades son sacrificados a los dioses. En este caso, el Mago (Serge
Kanyinda) es uno más de los niños de la guerra y el pretendiente de Komona.
En
Una niña maravillosa (Beasts of the Southern Wild, 2012), de
Benh Zeitlin, también comentada en estas páginas (ver edición del 11 de enero
de 2013), aparecía una niña de especial fortaleza que bien podría ubicarse a la
par de la Komona de Rebelle. Ambas en
un contexto sumamente agresivo en el cual les resulta necesario echar mano de
la magia como herramienta.
A
pesar de que está limitada por los problemas ya mencionados, Rebelle es una película acerca de un
personaje femenino que vive una experiencia notable y digna de verse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario