En
Sólo Dios perdona, segunda
colaboración entre el actor norteamericano Ryan
Gosling y el director danés Nicolas Winding
Refn, ambos se encargan de dilapidar el prestigio ganado con Drive, el escape, el estupendo thriller acerca de un misterioso chofer
de criminales. Como se recordará, a pesar de su empleo como velocista al
servicio de los ladrones de Los Angeles, el osado conductor se enfrentaba con un
capo de la mafia, con tal de ayudar a una bonita damisela en apuros.
La
película, semejante a un cuento de hadas no apto para seguidores cándidos del
cine hiperviolento, sorprendió por el poderío de su personaje central,
interpretado por el ya citado Gosling, suerte de antihéroe henchido de romanticismo y una sangre muy fría a prueba de cualquier persecución. Un hombre
de convicciones casi inquebrantables aunque ya se sabe cómo funcionan estas
cosas: basta que llegue la mujer indicada para que el chofer rompa sus reglas y
se meta en toda suerte de problemas, todo perfectamente coreografiado por el
danés en cuestión. Inolvidable la pelea en el club nudista, con las mujeres que
contemplan la escena del martillo y la bala. Y si el lector no la ha visto,
¿qué espera?
Pues
bien: seguramente inspirados por la propuesta de Drive, director e intérprete intentan explorar una vez más las
posibilidades del antihéroe con Sólo Dios
perdona (Only God Forgives,
Francia| Tailandia| EUA| Suecia, 2013). Un aviso para quienes hayan quedado
fascinados con Drive: más allá de la
participación de parte del mismo equipo no hay ninguna garantía, porque más que
intentar enriquecer el cine de acción lo que se pretende aquí es emular el cine
de pretensiones artísticas de Alejandro
Jodorowsky, a quien está dedicada la película.
Y
en efecto, Winding Refn, instalado en la modalidad “Soy fan de don Alejandro” reproduce
los celebrados errores de las películas de Jodorowsky, es decir su incoherencia
disfrazada de trascendentalismo de referencias asiáticas; de ahí que la
película esté ambientada en Tailandia. En cambio, no tiene sus buenas ideas,
como lo sabe quien haya visto La montaña
sagrada, El Topo y, sobre todo, Santa sangre. Jodorowsky es una suerte
de modelo infeccioso, el constructor de un tipo de cine tan atinado como
irregular en ocasiones, lo cual se nota en su influjo sobre Sólo Dios perdona.
La
historia tiene lugar en el Bangkok de la actualidad, donde el norteamericano
Julian (Gosling) y su hermano Billy (Tom Burke) regentean un local de muay thai, ese tipo de boxeo tailandés
que, imagino, los aficionados al cine de artes marciales no tendrán dificultad
en reconocer. Sin embargo, el club es un mero parapeto para el tráfico de
drogas.
La
decadencia de la familia empieza cuando Billy comete un crimen que atrae la
atención del muy eficiente y severo policía, el teniente Chang (Vithaya
Pansringarm), un hombre que no se anda con juegos y que no cree en esto de la
presunción de inocencia: como si fuera el juez Dredd, ajusticia en el acto a
los criminales, todo ello con unas ínfulas de asesino justo que castiga a los
malos aunque antes se asegura de que los otros sepan que han tenido su
oportunidad y la desperdiciaron. Algo así.
Como
es de suponerse, es cuestión de tiempo para que Julian y el teniente Chang se
vean las caras en combate singular. (Y aquí vienen los detalles de la trama,
así que quienes no quieran conocerlos deben dejar de leer.) Las intenciones
están a la vista: desmontar al arrogante Julian, que acaba rendido ante la
brutal pedagogía de su contendiente, que le aplica un correctivo ejemplar y,
acto seguido, visita un bar con karaoke
para celebrar su hazaña. O algo así.
No
queremos ser injustos: quien se aburra con SóloDios perdona tal vez sea porque se equivocó de película, aunque el hecho de
que te abucheen en un contexto tan pretencioso como el Festival de Cannes
(donde se estrenó la cinta) bien puede significar algo.
Hay al menos un personaje interesante, el ya citado
Chang. En cuanto a Gosling hace con efectividad el ridículo, lo cual puede ser
muy negativo cuando parece que tu personaje lo que busca es redimirse de un ambiente
de singular corrupción. Enigmática pero fallida, en Sólo Dios perdona hay demasiada sangre para tan poca acción con
algo de significado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario