Lady Bird (2017). Largometraje dirigido y escrito
por la actriz norteamericana Greta Gerwig, en el cual nos cuenta la historia de
Christine, quien se hace llamar “Lady Bird” (Saoirse Ronan), una estudiante de una
preparatoria religiosa, en Sacramento, y su relación amor-odio con su ciudad y
sus habitantes, en especial con su madre (Laurie Metcalf). La película se
centra en las desventuras amorosas de la chica y en su esperanza de ser
aceptada por una universidad neoyorquina para escapar de una vida que considera
asfixiante. Hilarante película en la
línea de otros proyectos de Gerwig, como su papel en Frances Ha (2013), de
Noah Baumbach, acerca de una joven desafortunada en el amor y en todo, aunque a
pesar de sus limitaciones termina sobreponiéndose a ellas. Y así, a pesar de
ser una historia de decepciones amorosas entre la chica y los niños ricos “del
otro lado de las vías”, lo mejor lo podemos encontrar en la interacción entre
Lady Bird y los otros personajes femeninos del film: Lady Bird y su amiga “Julie”
(Beanie Feldstein, excelente); Lady Bird y la chica bonita y adinerada Jenna (Odeya
Rush); Lady Bird y la hermana Sara (Lois Smith) y, sobre todo, Lady Bird y su
madre. Desde su inicio, la cinta está llena de escenas antológicas (la muchacha
que salta del auto en movimiento), que se suceden con notable naturalidad: el
entrenador de futbol que se ver forzado a dirigir teatro estudiantil, la charla
en la cocina acerca de la mentira, el monólogo del amigo en la obra, la broma a
la monja y sus efectos… en fin, cine que se inscribe con orgullo en la tradición
independiente norteamericana y hace reír al mismo tiempo que se empeña en
encontrar la belleza en los lugares menos pensados. Si en el pasado Ronan había
demostrado su talento para interpretar personajes melancólicos, ahora ha sabido
añadir a lo anterior una comicidad neurótica que ofrece muy buenos resultados.
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