The Post: los oscuros
secretos del Pentágono (The Post,
Reino Unido| EUA, 2017), de Steven Spielberg. Uno de los directores
norteamericanos por excelencia vuelve a dar muestras de la variedad de su
registro, que va de la fantasía hasta el drama, con esta película acerca de los
entresijos del poder político y la prensa. La película se centra en un caso
real: la filtración de un informe secreto del gobierno de los EEUU en el cual
se revela que era imposible ganar la guerra de Vietnam. Sin embargo, a pesar de
las evidencias, los diferentes gobiernos que tuvieron que lidiar con el
conflicto, de Johnson hasta Nixon, sin olvidar al inmaculado John F. Kennedy,
ocultaron a los ciudadanos que la guerra estaba perdida (lo cual no les impidió
seguir con el envío de tropas). Así, la cinta cuenta cómo el informe llega a
las manos de los directivos de The New
York Times y The Post y cómo
ambos deciden publicarlo, con todos los riesgos que implica enfrentarse con la
censura gubernamental y sus represalias; como su nombre lo indica, el filme se
centra sobre todo en el caso del segundo periódico. Si bien la complejidad de
la política durante la Guerra fría es reducida aquí a una suerte de ciego orgullo
norteamericano (los EEUU habrían mantenido a sus tropas en Vietnam simplemente para
no quedar mal frente al mundo), lo mejor de este nuevo relato de Spielberg lo
encontramos en las ideas que gravitan en torno al personaje de Meryl Streep, Kay
Graham, la dueña de The Post: el
verdadero riesgo de publicar información que ponga en evidencia al gobierno lo
corren los dueños del periódico, no tanto los editores o los reporteros, porque
aquellos tienen que responder ante los empleados de la empresa y sus familias;
en cambio, el prestigio del editor y sus reporteros brilla con más fuerza en tiempos
de adversidad, persecución y censura. De ahí que The Post sea en sus mejores momentos un alegato feminista, que
muestra a Graham como un ejemplo de mujer luchadora. Una idea que no se pone en
boca de nadie, sino que se sugiere por medio de escenas clave, con una técnica
que recuerda a la Clarice Starling (interpretada por Jodie Foster) de El silencio de los inocentes. De la
misma manera que la joven estudiante del FBI se adentraba en un mundo
masculino, así Kay Graham tiene que enfrentarse a los hombres que desconfían de
ella. O bien, ser rodeada y reconocida como referente por otras mujeres, como
en esa escena de la escalinata. Acaso demasiado complacida con la historia de
la prensa norteamericana, aunque no por ello carente del interés habitual de
las películas de Spielberg.
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