El título, en realidad, es una clara manifestación de
intenciones: espectador, lo que estás a punto de ver es, como sabes (o deberías
saber) el inverosímil nuevo capítulo de una serie de acción que se basa en las
espectaculares proezas de un equipo de agentes norteamericanos, siempre en pos
de pillos internacionales que, como es obvio, planean conquistar el mundo.
Si lo anterior se tiene en cuenta se evitarán los
penosos inconvenientes de ver una cinta de acción plagada de acciones absurdas,
el enésimo vehículo de lucimiento para un fanático religioso de muy desigual
talento, pero con atractivo en taquilla.
Como productor, Cruise aprovechó el interés por las
viejas series de televisión para rescatar la Misión imposible original, de los años sesentas y, con Brian De Palma como director,
revitalizar en 1998 (mucho después de la Guerra fría aunque antes del colapso
de las Torres Gemelas) el liderazgo cinematográfico de los norteamericanos al
momento de violar la soberanía de múltiples países, en nombre del supuesto
bienestar de la “Humanidad”.
Desde entonces, Cruise y sus millones se han agenciado
al director de moda (John Woo para
la segunda entrega, JJ Abrams para
la tercera) para forjar el mito oscurantista de un héroe cuyo sello son las
acrobacias en rascacielos, en este caso una torre de Dubái, la más alta del
mundo, nos dicen.
A pesar de que desde la tercera parte se le ha dado
continuidad a sus romances, con una esposa a la cual le guarda fidelidad, Ethan
Hunt está muy lejos de ser el personaje trágico que los perpetradores de las
diversas misiones dizque imposibles quisieran hacernos creer.
Con todo y las numerosas muertes de personajes
(prácticamente todo el equipo en la primera parte), Cruise y su gente no
alcanzan la solemnidad del primer Bond de Daniel
Craig, quien como se recordará pierde a su pareja en Casino Royale. O el
modelo de ésta, el multicitado agente Jason Bourne de Matt Damon, quien ni siquiera tiene una vida propia porque se la
han robado.
En Misión imposible: Protocolo fantasma,
también asistimos al deceso de un agente y por lo tanto el comportamiento de
uno de sus amigos está cifrado por la venganza, pero la película nunca supera
sus reglas de juego de video, en las cuales la vida de determinados personajes
(secundarios, claro está) es sacrificable aunque sin riesgo para la
recaudación.
Así, Misión imposible: Protocolo fantasma
puede ser disfrutada en su condición de alarde técnico espectacular, lo cual no
incluye sólo las persecuciones, tiroteos y bombazos en locaciones alrededor del
orbe (Budapest, Moscú, Mumbai…), también un elenco de actores de prestigio,
como Tom Wilkinson, del cual se
puede echar mano aunque sea para una escena. Así se estila en estos casos.
El verdadero
ganador es el actor inglés Simon Pegg,
la comparsa cómica de Cruise, porque es uno de los que se salva de la
autoparodia con su interpretación de un experto en computadoras quien acaba de
estrenarse como agente “de campo”.
Y ahí está lo
mejor de esta entrega de Misión imposible…:
los chispazos de humor, como en las desventuras de Sidorov (Vladimir Mashkov), el policía ruso
encargado de perseguir a Ethan Hunt. Los guionistas ponen en su boca las peores
obviedades para luego dejar caer al personaje de forma ridícula.
Sólo entonces el
director, Brad Bird, evidencia con
más energía su procedencia: la animación que se dedica a parodiar el cine de
acción y superhéroes. La desventaja es que Bird en esta ocasión tiene que dejar
bien parado al tipo de personaje que en el pasado se encargó de convertir en
objeto de burla. Qué lejos está aquella
gran comedia, Ratatouille, que le
valió a Bird los elogios de los críticos más reticentes.
Quienes tengan
la capacidad de abandonarse ante cintas como Misión imposible: Protocolo fantasma sin duda podrán disfrutarla.
De la misma manera, el resto tendrá un blanco fácil que no por eso deja de ser
un negocio millonario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario