El racismo a veces es el factor de cohesión de una
sociedad. A lo largo de su historia, el cine norteamericano ha sabido registrar
lo anterior a veces desde muy temprano, como en El nacimiento de una nación (1915), de DW. Griffith, filme fundacional en el aspecto tecnológico y que no
ocultó su entusiasmo al momento de reivindicar ciertas prácticas racistas.
La película estadounidense Mississippi en llamas se exhibió en México en 1988, con unahistoria que logró gran impacto: a mediados de los sesentas, en un pueblo del
sur de los Estados Unidos, unos activistas negros son asesinados por un grupo
de blancos, un crimen que es investigado por unos agentes del FBI. Quienes hayan
visto este trabajo del director Alan Parker seguramente recordarán que los
federales tienen que enfrentarse a la cerrazón de los habitantes del pueblo,
así como al miedo de las víctimas. Una película que muestra con crudeza los
extremos de violencia a los cuales puede llegar una comunidad, tan cargada de
prejuicios como organizada para defenderlos, con el Ku Klux Klan como una más
de sus instituciones.
Para conocer la versión más brutal del racismo en las
comunidades sureñas sólo hace falta echar un vistazo a películas tan aclamadas.
En cambio, una como la que hoy nos ocupa, Historias
cruzadas/ Criadas y señoras (The Help, EUA| India| Emiratos Árabes
Unidos, 2011), de Tate Taylor, está
interesada en otro tipo de registros. Ya no el violento naturalismo de Parker,
quien recurrió a planos de apariencia documental para darle a su cinta un tono
a veces periodístico, sino a los posibles hallazgos al momento de explorar las
relaciones entre las mujeres de un pequeño pueblo norteamericano, otra vez del
Mississippi y en los mismos años de la historia de Parker, los sesentas, años
de especial turbulencia.
Y ahí, creemos, está la clave: mientras que Parker
centra su atención en los pormenores de la investigación policiaca, con los
agentes federales y sus pesquisas para tratar de encontrar los cuerpos del
delito, Taylor adapta la novela de Kathryn
Stockett para contar una historia desde el punto de vista de las criadas,
conocedoras por excelencia de los problemas domésticos que son la comidilla del
lugar.
Durante años, las mujeres negras de la localidad han
criado a los hijos de las familias blancas. Las madres están muy ocupadas en
sus eventos sociales, en el chismorreo, los juegos de cartas y la beneficencia,
de ahí que a alguna de ellas se le olvide cambiar el pañal de su bebé.
La salvación de los hijos está en las nanas: conocemos
especialmente a dos de ellas, dos mujeres maduras que desde la adolescencia se
han dedicado a cuidar (y educar) a los hijos de otros: Aibileen (Viola Davis) y Minny (Octavia Spencer).
Hartas de los abusos de la caudilla local, Hilly (Bryce Dallas Howard), las dos mujeres
se animan a contar sus historias a Skeeter (Emma Stone), escritora aspirante que desea romper con la cerrazón
de su lugar de origen.
Se ha criticado que la película supuestamente es
maniquea (las mujeres negras toda bondad frente a las harpías blancas), por no
hacer un retrato más fiel del Mississippi de la época. En ese sentido hay que
leer la crítica del español Jordi Costa
(El País, 28/10/2011), con un título
tan explícito como “Segregación de parque temático”. Es decir, se le reprocha a
The Help, creemos, no ser Mississippi en llamas.
La violencia de los blancos contra los negros, el
asesinato de algún joven, por cierto, apenas es mostrada. Se nos relata una
historia terrible y en una ocasión uno de los personajes atraviesa a la carrera
calles oscuras, barrios donde el color de la piel es una desventaja. Es decir,
se nos insinúa que la acción se desarrolla en un lugar que puede llegar a ser
hostil como el Jessup County de Parker. Y está bien porque la historia de
Parker ya la hemos visto (hace décadas) mientras que The Help se concentra en sacudir una sociedad desde sus cimientos,
la familia, que en el caso que nos ocupa está organizada para que los padres se
desatiendan de sus hijos.
En esa característica y en la ya citada solidaridad
entre mujeres (posible en Jackson más allá del color) está el mérito del filme,
lleno además de actuaciones sobresalientes. O bien, con sutilezas como la
imagen del pollo empanizado, casi sagrado para su cocinera.
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