Cleanskin (Reino Unido, 2012), de Hadi Hajaig, es una película acerca de
la guerra santa, la yihad islámica, que en este caso se manifiesta por medio de
atentados terroristas que los personajes musulmanes de la ficción dirigen
contra el gobierno británico.
“Cleanskin” es una palabra que se usó en el contexto
de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres para referirse a los
terroristas sin antecedentes que participaron en ellos, como pudo leerse en
aquel entonces en el periódico inglés The
Guardian (ver “British suicide bombers carried out London attacks, say police”, edición del 13 de julio de 2005).
Así, el filme que comentamos cuenta la historia de un
“cleanskin”, Ash (Abhin Galeya) joven
universitario inglés de origen musulmán quien es reclutado por el imán Nabil (Peter Polycarpou) para hacerle la
guerra a los infieles, en este caso la sociedad londinense de principios del
XXI.
Para detener al joven Ash y a sus cómplices está Ewan
(Sean Bean), agente secreto del
gobierno británico que está dispuesto a todo para detener a los terroristas:
“Amo a mi país. He matado por él y moriré por él”, dice con determinación. Lo
que Ewan quiere hacer con los terroristas no podría estar más claro: “Voy a
encontrar a cada uno de ellos y les daré la muerte que piden en sus plegarias”.
Como puede verse, en Cleanskin no es buen momento para hablar de multiculturalismo y
alianza de civilizaciones. En cambio, semejante tensión entre contrarios tiene
varias consecuencias, entre ellas abundantes escenas de acción entre el
implacable Ewan y sus adversarios.
El tratamiento de la historia, sin embargo, no se
limita a las aventuras policiacas del agente Ewan, sino que además nos
enteramos (por medio de flashbacks)
del pasado de Ash, aguerrido estudiante de derecho que luego habrá de
convertirse en terrorista.
Ash, entonces, deja de ser un mero objetivo y el
espectador tiene la oportunidad de conocerlo un poco más. Sabemos de sus
problemas sentimentales con una joven inglesa ajena al islam, atropellada
relación amorosa que, como es obvio, se complica por las creencias religiosas
del joven y la moral mucho más relajada de la chica. La película parece
decirnos que la fatalidad del islam, tal y como lo asume el joven, no es
precisamente compatible con la vida de cualquier estudiante en una sociedad
pretendidamente laica.
Cleanskin desvela, de esa forma, la
existencia de una guerra secreta en tiempos que la mayoría llama pacíficos,
cuando el islam además se reivindica como revolución de la “sociedad civil” en
la llamada primavera árabe. Una película que parece disonante ahora que acaba
de terminar la gesta olímpica de Londres, precisamente, el encuentro armonista
por antonomasia.
En el pasado, la figura del mártir fue dibujada con
precisión en películas como El paraíso
ahora (Paradise now), de 2005, distinguida
con el Globo de Oro para la mejor película extranjera. Y si bien en Cleanskin no hay esa profundización en
las motivaciones del terrorista no se puede afirmar que Ash sea una simple
caricatura. Estamos ante uno de los personajes más patéticos que pueden verse
en los thrillers recientes de este
tipo, lejos de la corrección política de otros filmes acerca del terrorismo
como Contra el enemigo (The Siege, 1998), de Edward Zwick o Traitor (2008) de Jeffrey Nachmanoff.
No es fácil abordar el islam en un mundo como el
actual, donde la crítica libertaria se esfuerza siempre que puede en denunciar
al catolicismo, pero siempre tiene reservas ante otro tipo de confesiones. De
ahí que una película sin relativismos como Cleanskin
esté condenada a ser señalada por su violencia y su falta de apelación aldiálogo.
La clave para nosotros radica en acentuar que no
estamos solo ante un thriller: Cleanskin es una película de guerra y
por lo tanto sobre la continuación de la política por otros medios, igual que
político es el problema que se atreve a presentar con tanta crudeza.
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