He aquí una película superada por las expectativas que
despierta, Prometeo (Prometheus, EUA| Reino Unido), de Ridley Scott. Eso entre el público, al
parecer cada vez más escaso, que considera Alien, el octavo pasajero (1979), como una película indispensable. Hay otros, en
cambio, que nunca la han visto pero acaso saben de sus excrecencias, como el
delirio de Alien vs Depredador.
Alien, ya se sabe, tiene tres secuelas, centradas en Ripley,
el sufrido personaje de Sigourney Weaver, quien a lo largo de varias décadas
tiene que enfrentarse con una criatura extraterrestre muy mortífera, el
xenomorfo, a estas alturas incorporado por completo en la cultura popular.
Los extraterrestres, se supone, nos visitaron hace millones de años para crear la vida en nuestro planeta y en el año 2093 un
grupo de investigadores llega en una nave, la Prometheus del título, hasta el
planeta donde tendrán lugar los acontecimientos de la película original.
El espectador iniciado obtendrá datos acerca del
origen del temible xenomorfo. El neófito podrá disfrutar de una película que es
técnicamente muy meritoria (con una escena gore
muy gráfica) y un elenco de lujo, pero cuyas deficiencias narrativas están a la
vista.
Hace un par de ediciones comentamos que Batman: El Caballero de la Noche Asciende,
es una película espectacular que a veces hace ostentación de su inverosimilitud. Prometeo, en cambio,
disimula sus defectos, que provienen de la falta de inteligencia de sus
personajes, la mayoría de ellos reputados científicos, para mayor problema,
como lo ha explicado con claridad el crítico James Wallestein en su blog Dimensión fantástica.
Sin embargo, paradójicamente, esa es una de las cosas
que al final pueden reivindicarse de la cinta y aquí el espectador que valora
el suspenso hará bien en dejar de leer. Nos explicamos: Elizabeth Shaw (Noomi Rapace, la hacker sueca de la serie Millennium,
como siempre estupenda) y su novio Charlie (Logan Marshall-Green), se dedican a
investigar las reliquias que probarían la llegada de los extraterrestres-ancestros
a la Tierra.
Así que llegan al planeta de los aliens como dos niños
en situación de calle ilusionados con la idea de conocer a sus verdaderos
padres. Sin embargo, como es de esperarse, la aventura se convierte en una
pesadilla de reptiles violadores, calamares asesinos y viscosidades varias. Lo
que al principio parece una peregrinación en busca de luz deviene encuentro
brutal con una inteligencia tan superior como arbitraria y violenta. Algo así
como si a los vegetarianos se los comiera un tomate.
En ese sentido, la película deja de ser ingenua para
convertirse en una lección para científicos empapados de confusa teología, creacionismo
y alianza de civilizaciones, lo que va en demérito de los juicios de aquellos
críticos (Wallestein, por ejemplo) que insisten en que la envoltura de pretensiones filosóficas de la
cinta es vacua, porque al final Prometeo
no pasaría de ser un delirio de violencia gráfica. Se equivocan: tiene un lado
crítico muy cruel contra los científicos jipis.
Eso no debe confundirse con la típica historia en la
línea de Frankenstein: el científico
que se cree dios y desafía el mito de la naturaleza. Los científicos de
Prometeo, en cambio, confunden la ciencia con sus ansias de armonía con lo
trascendente y viajan más de dos años por el espacio porque quieren saber el sentido de la vida. Y así les va.
Otra cosa es que, como decíamos al principio, la película
apueste por embonar a la perfección con sus predecesoras, cosa que no ocurre,
de ahí la decepción que puede causar en ciertos sectores, los más frikis, quienes
ya deberían estar acostumbrados a las traiciones del guionista Damon Lindelof,
creador de la caprichosa Perdidos. No
obstante, al final sí se resuelven ciertos misterios, como el porqué de la
existencia de los xenomorfos.
Ridley Scott es un director cuyo trabajo siempre
es atractivo, con todo y sus fallas. Prometeo
no es la excepción y gracias al
desempeño de sus actores logra consolidar nuevos iconos en la serie: el
androide David, interpretado por MichaelFassbender, o la mencionada Rapace, quien sabe darle naturalidad a su
intervención incluso en las escenas más absurdas.
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