Eternamente comprometidos (The Five-Year Engagement, EUA, 2012), de
Nicholas Stoller, es una comedia
romántica acerca de las dificultades que enfrenta una pareja al momento de
coordinar sus respectivas carreras. Violet (Emily Blunt), tiene la oportunidad de hacer un posdoctorado en una universidad
de prestigio, así que su novio, Tom (Jason
Segel), decide abandonar San Francisco y su trabajo como cocinero de un
buen restaurante para acompañar al amor de su vida. Como lo dice el título, los
novios se enfrentarán con numerosos problemas a lo largo de cinco años de
compromiso.
Segel, uno de los protagonistas de la serie How I Meet Your Mother, escribe con
Stoller un guión que para empezar se enfrenta con las limitaciones propias de
un tipo de película, la comedia romántica, que se ha practicado hasta el
hartazgo. El reto de este tipo de filmes frecuentemente consiste en contar una
historia más o menos digna, no necesariamente novedosa. Sobre todo si se toma
en cuenta la gran cantidad de precedentes, que sugiere que la pareja será capaz
de superar cualquier dificultad.
Eternamente comprometidos apuesta
por la interacción entre la pareja protagónica, dos actores que atraviesan un
buen momento en la industria de Hollywood. Emily Blunt ya había llamado la
atención en películas semejantes, como El
diablo viste a la moda o Amor
imposible (Salmon Fishing in the
Yemen), híbridos de drama y comedia que le han dado popularidad.
En cambio, Segel se ha desempeñado en una vertiente
mucho más cercana a la comedia delirante típica de los norteamericanos, en el
tono de la serie ya mencionada, como es el caso de Te amo, brother (I Love You,
Man). De ahí que este intérprete haya formado parte de proyectos como Los Muppets (2011).
Y tal vez la mezcla entre el delirio y el drama sea la
clave de Eternamente comprometidos,
porque lo que cuenta puede llegar a ser duro: uno de los integrantes de la
pareja, él, tiene que sacrificarse por el éxito de ella. Sin embargo, la
comedia domina la mayor parte de la cinta, lo cual no excluye momentos de
verdad crueles para el personaje.
Es decir, lo que puede resultar muy gracioso para el
espectador resulta una verdadera calamidad para el pobre chef Tom, un personaje
estoico que, como lo señala el crítico Jordi Costa de El País, contradice el lugar común de la eterna inmadurez masculina
como motor narrativo de la comedia romántica (ver edición del 6 de septiembre
de 2012).
La clave de ese sacrificio está en el nuevo lugar
donde los personajes tiene que vivir: una gélida ciudad de Michigan, nada que
ver con el clima cálido de California. Entre las mejores ideas de la historia
tenemos la constante burla acerca de la extravagancia de las personas del lugar:
así, los borrachos jóvenes gritan por la calle, hay que acribillar venados para
matar el tiempo y hay un amo de casa que teje suéteres desproporcionados. Una
ciudad nevada que bien puede deprimir a la gente. O hacerla enloquecer.
El dibujo de los personajes proporciona otros logros
del filme, como la paradoja de que Violet se dedica a la psicología y sin
embargo es incapaz de advertir a tiempo los problemas de Tom. Lo anterior se
relaciona además con el retrato poco favorecedor de los académicos de la
universidad y sus discípulos, en un medio donde pesan más las relaciones que el
talento. Como puede verse, estamos ante asuntos bastante problemáticos y
Stoller se las arregla para hacer comedia con ese material.
Hay, además, personajes secundarios que a pesar
del poco tiempo que ocupan en pantalla son interesantes, como Tarquin (Brian Posehn) el compañero de Tom en el
restaurante. O el psicólogo Ming (Randall
Park). Mención aparte merece Rhys
Ifans, quien interpreta al profesor Winton Childs. El actor es recordado
por su papel como el amigo de Hugh Grant en Notting
Hill. Su encarnación de la intelectualidad antiética es de lo más apropiada.
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