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lunes, 12 de noviembre de 2012

Un tsunami no supera la ficción



Lo imposible (España, 2012), segundo largometraje del español Juan Antonio Bayona después de su película de terror El orfanato (2007), es un drama inspirado en una historia que se pretende verdadera, la odisea de una familia española que logró sobrevivir al tsunami de 2004 en Tailandia.
Las exigencias de la taquilla, sin embargo, parecen haber obligado a los productores a decantarse por un elenco de estrellas de Hollywood, formado por Naomi Watts y por Ewan McGregor, que ahora serán una pareja ya no de españoles sino de ingleses, acompañada de sus tres hijos. Todos se disponen a pasar unas vacaciones navideñas en un balneario paradisiaco cuando el tsunami está a punto de matarlos.
De entrada criticar una película como ésta es una tarea difícil: el enorme sufrimiento de la familia Álvarez-Belón viene a resultar como una especie de freno para las críticas, que pueden ser tomadas como irrespetuosas del dolor de las víctimas. Pero esa es una limitación de la psique motivada por la supuesta cordialidad de buena parte del público, que nosotros no tenemos por qué secundar.
Primero los méritos, de orden tecnológico. A diferencia de lo que ocurre en Más allá de la vida (2010), de Clint Eastwood, el drama con elementos sobrenaturales acerca del tsunami y sus protagonistas, Lo imposible es mucho más explícita al momento de recrear la brutalidad de un desastre natural de ese calado.
Las olas traen consigo toneladas de basura, objetos cortantes, árboles, automóviles, animales muertos, cadáveres y literalmente un mar de peligros, con una fuerza que arrastra a los personajes como muñecos. La habilidad del director y su equipo para conmover a los espectadores es innegable pero, ¿cómo no reaccionar ante el cuerpo destrozado de una mujer? ¿O ante un pequeño niño que ha perdido a sus padres? Bayona y su guionista habitual, Sergio G. Sánchez, echan mano de recursos casi infalibles (y tremendistas) para desarmar al espectador. 
Se supone que todo lo que ocurre es verificable y que los guionistas quisieron limitarse estrictamente a los hechos. Un letrero nos informa desde el principio que estamos ante una “verdadera historia”, información que luego se resalta con negritas, verdadera historia, como si el público no se hubiera enterado a la primera. Es decir: un espectador al que conviene tratar como si fuera lento.
Pero si lo que quisieron decir es que la historia de Lo imposible es verdadera (basada en un caso real, como también se dice), debieron haber escrito eso, “historia verdadera”, porque verdadera historia significa precisamente lo contrario: un argumento, una ficción hecha y derecha.
En el pasado, Bayona y Sánchez ya habían tratado de convencer a los espectadores de la existencia efectiva de los fantasmas, algo que resultaba muy oportuno al momento de promocionar la mencionada El orfanato, película que, como se recordará, trataba de una casa asolada por espectros. Todo ello filmado como si los fantasmas fueran un problema cotidiano. En ese sentido recomendamos, una vez más, la crítica del filósofo Rubén Franco González, “Dos ejemplos de cinereligioso”, disponible en internet (revista El Catoblepas, n° 71). Y ahora quien no haya visto Lo imposible puede dejar de leer, porque nos disponemos a revelar datos de la trama.
Caso real o no, uno de los mejores momentos de la película, curiosamente, incluye una referencia a la trayectoria de su estrella, Naomi Watts: la escena en la cual la mujer vomita la basura que se había tragado durante su lucha con el oleaje, recuerda ese momento de El aro (2002) de Gore Verbinski, en el cual la misma actriz vomita también un objeto.
La forma en que esa película de terror sobrenatural, en su momento tan sonada, coindice con una propuesta que reclama el más absoluto “realismo” es muy atractiva e invita a establecer relaciones. Pero si de verdad Bayona se limita a los hechos, la biografía de la familia Álvarez-Belón, estaría negando la posibilidad de establecer ese tipo de vínculos, que serían casuales y no el resultado de un juego referencial propio de su inventiva como director.
Una ficción tiene sentido en el ámbito de la realidad que la acoge. Cuando una noticia como el tsunami se difunde, los hechos verificables se confunden con historias que nunca tuvieron lugar. La realidad no supera la ficción: la ficción forma parte de la realidad.
Otra vez: no cuestionamos el dolor de una familia. Decimos que la ficción cinematográfica es mucho más compleja de lo que Bayona quisiera, porque para empezar el encuentro de la familia seguramente no estuvo ambientado por la música original de Fernando Velázquez.

1 comentario:

  1. Hola. Disculpa la tardanza en contestar. Supongo que es publicidad, como se acostumbra, pero no recuerdo los detalles de la escena a la cual aludes. Gracias por tu comentario.

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