Lo imposible (España, 2012),
segundo largometraje del español Juan
Antonio Bayona después de su película de terror El orfanato (2007), es un drama inspirado en una historia que se
pretende verdadera, la odisea de una familia española que logró sobrevivir al
tsunami de 2004 en Tailandia.
Las exigencias de la taquilla, sin embargo, parecen
haber obligado a los productores a decantarse por un elenco de estrellas de
Hollywood, formado por Naomi Watts y
por Ewan McGregor, que ahora serán una
pareja ya no de españoles sino de ingleses, acompañada de sus tres hijos. Todos
se disponen a pasar unas vacaciones navideñas en un balneario paradisiaco
cuando el tsunami está a punto de matarlos.
De entrada criticar una película como ésta es una
tarea difícil: el enorme sufrimiento de la familia Álvarez-Belón viene a
resultar como una especie de freno para las críticas, que pueden ser tomadas
como irrespetuosas del dolor de las víctimas. Pero esa es una limitación de la
psique motivada por la supuesta cordialidad de buena parte del público, que
nosotros no tenemos por qué secundar.
Primero los méritos, de orden tecnológico. A
diferencia de lo que ocurre en Más allá de la vida (2010), de Clint Eastwood, el drama con elementos sobrenaturales
acerca del tsunami y sus protagonistas, Lo
imposible es mucho más explícita al momento de recrear la brutalidad de un
desastre natural de ese calado.
Las olas traen consigo toneladas de basura, objetos
cortantes, árboles, automóviles, animales muertos, cadáveres y literalmente un
mar de peligros, con una fuerza que arrastra a los personajes como muñecos. La
habilidad del director y su equipo para conmover a los espectadores es
innegable pero, ¿cómo no reaccionar ante el cuerpo destrozado de una mujer? ¿O
ante un pequeño niño que ha perdido a sus padres? Bayona y su guionista
habitual, Sergio G. Sánchez, echan
mano de recursos casi infalibles (y tremendistas) para desarmar al
espectador.
Se supone que todo lo que ocurre es verificable y que
los guionistas quisieron limitarse estrictamente a los hechos. Un letrero nos
informa desde el principio que estamos ante una “verdadera historia”, información
que luego se resalta con negritas, verdadera
historia, como si el público no se hubiera enterado a la primera. Es decir:
un espectador al que conviene tratar como si fuera lento.
Pero si lo que quisieron decir es que la historia de Lo imposible es verdadera (basada en un
caso real, como también se dice), debieron haber escrito eso, “historia
verdadera”, porque verdadera historia significa precisamente lo contrario: un
argumento, una ficción hecha y derecha.
En el pasado, Bayona y Sánchez ya habían tratado de
convencer a los espectadores de la existencia efectiva de los fantasmas, algo
que resultaba muy oportuno al momento de promocionar la mencionada El orfanato, película que, como se
recordará, trataba de una casa asolada por espectros. Todo ello filmado como si
los fantasmas fueran un problema cotidiano. En ese sentido recomendamos, una
vez más, la crítica del filósofo Rubén Franco González, “Dos ejemplos de cinereligioso”, disponible en internet (revista El
Catoblepas, n° 71). Y ahora quien no haya visto Lo imposible puede dejar de leer, porque nos disponemos a revelar
datos de la trama.
Caso real o no, uno de los mejores momentos de la película,
curiosamente, incluye una referencia a la trayectoria de su estrella, Naomi
Watts: la escena en la cual la mujer vomita la basura que se había tragado
durante su lucha con el oleaje, recuerda ese momento de El aro (2002) de Gore Verbinski, en el cual la misma actriz vomita
también un objeto.
La forma en que esa película de terror sobrenatural,
en su momento tan sonada, coindice con una propuesta que reclama el más
absoluto “realismo” es muy atractiva e invita a establecer relaciones. Pero si
de verdad Bayona se limita a los hechos, la biografía de la familia
Álvarez-Belón, estaría negando la posibilidad de establecer ese tipo de
vínculos, que serían casuales y no el resultado de un juego referencial propio
de su inventiva como director.
Una ficción tiene sentido en el ámbito de la realidad que
la acoge. Cuando una noticia como el tsunami se difunde, los hechos
verificables se confunden con historias que nunca tuvieron lugar. La realidad
no supera la ficción: la ficción forma parte de la realidad.
Otra vez: no cuestionamos el dolor de una familia.
Decimos que la ficción cinematográfica es mucho más compleja de lo que Bayona
quisiera, porque para empezar el encuentro de la familia seguramente no estuvo
ambientado por la música original de Fernando Velázquez.
Hola. Disculpa la tardanza en contestar. Supongo que es publicidad, como se acostumbra, pero no recuerdo los detalles de la escena a la cual aludes. Gracias por tu comentario.
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