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domingo, 3 de noviembre de 2013

Activismo que se queda corto

The East o el perroflautismo ideal. Perroflauta es el nombre que reciben en España los integrantes de esos colectivos que se dedican al activismo, en los cuales suele abundar un cierto tipo de muchacho neojipi, quien por lo regular va acompañado por un perro y suele tocar algún instrumento musical; el perroflauta con frecuencia lleva el cabello con rastas y su ropa es holgada. Por extensión, se le llama así a quien participa en protestas sociales muy nutridas en la línea de Democracia Real Ya (DRY) y los famosos “indignados”. O, entre nosotros, los entusiastas de #YoSoy132.
La película que hoy nos ocupa, The East (EUA| Reino Unido, 2013), de Zal Batmanglij, aborda ese curioso fenómeno, con todo y sus tópicos. Hay un grupo de anarquistas anónimos, llamado precisamente The East, que gana notoriedad porque sus integrantes se dedican a acosar a los ejecutivos de enormes compañías capitalistas, así que desde la compañía de seguridad privada Hiller Brood, encabezada por la gélida Sharon (Patricia Clarkson), deciden vigilarlos.
La joven exagente del FBI, la cristiana Sarah (Brit Marling), es quien recibe la encomienda de infiltrarse en el grupo, lo cual logra con éxito. Como el lector supondrá, el problema surge cuando Sarah se encariña con los activistas que, se supone, tiene que delatar por terrorismo.
El gran tema a debatir acerca de The East es la falta de coherencia ideológica y moral del grupo. Son varias las opiniones que hay entre ellos acerca de la forma de combatir el “capitalismo salvaje” encarnado en las figuras del empresario exitoso pero que no vacila en dañar vidas humanas de forma irreversible para ahorrarse unos millones. Los miembros de The East no están convencidos de que sea del todo válido hacerles el mismo daño.
Estamos, por lo tanto, ante una variante de la vía armada. The East no es un grupo pacifista, porque sus actos perjudican la vida de otras personas. El líder, Benji (Alexander Skarsgård), sin embargo, lo tiene claro: la revolución es así y la gente muere. La política choca con la ética. Pero no ocurre lo mismo con sus correligionarios y en varias ocasiones ese descontrol se cobra sus víctimas. Al grupo The East le falta liderazgo y le sobra un montón de confusas ideas acerca de las trasnacionales y el Estado. Por cierto, igual que a Democracia Real Ya, #YoSoy132 y Occupy Wall Street… Y los que se acumulen.
Por eso la película finalmente se resuelve en un debate acerca de cuál debe ser el perroflautismo ideal. En la película no se discute la validez de inconformarse y hacer algo contra los poderosos: se señala la vía armada (¡los integrantes de The East usan armas químicas, no se olvide!) como la culpable de la muerte de un querido personaje, así que en cambio se reivindica otro tipo de labor: la difusión de un mensaje pacífico aunque de probada efectividad (como nos quieren hacer creer en la película).
A la cinta no se le puede reprochar su falta de unidad, así como la claridad con la que, desde un principio, pone sus cartas bocarriba: la protagonista, decíamos antes, es una cristiana que escucha una radio cristiana, ojo; si eso no es devoción... O bien, esa escena del venado, que prefigura uno de los momentos clave de la película.
El guion, escrito por la protagonista, la actriz Brit Marling, en coautoría con el director, Zal Batmanglij, es otra muestra del talento de esta mancuerna, que ya nos había sorprendido en otros trabajos, como esa película que comentamos en este mismo espacio, Sound of My Voice.
Sin embargo, con todo y sus aciertos, The East se queda corta al momento de plantear un problema tan importante: el papel de un activismo que dizque posee una superioridad moral frente a las poderosas compañías que dominan la sociedad y el mercado. La cinta no cae en el simple perroflautismo sino en algo, si cabe, peor: la evangelización cristiana del sicario de las grandes compañías.


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