The East o el perroflautismo ideal. Perroflauta es el
nombre que reciben en España los integrantes de esos colectivos que se dedican
al activismo, en los cuales suele abundar un cierto tipo de muchacho neojipi, quien por lo regular va
acompañado por un perro y suele tocar algún instrumento musical; el perroflauta
con frecuencia lleva el cabello con rastas y su ropa es holgada. Por extensión,
se le llama así a quien participa en protestas sociales muy nutridas en la
línea de Democracia Real Ya (DRY) y los famosos “indignados”. O, entre
nosotros, los entusiastas de #YoSoy132.
La
película que hoy nos ocupa, The East
(EUA| Reino Unido, 2013), de Zal Batmanglij,
aborda ese curioso fenómeno, con todo y sus tópicos. Hay un grupo de
anarquistas anónimos, llamado precisamente The East, que gana notoriedad porque
sus integrantes se dedican a acosar a los ejecutivos de enormes compañías
capitalistas, así que desde la compañía de seguridad privada Hiller Brood,
encabezada por la gélida Sharon (Patricia Clarkson), deciden vigilarlos.
La
joven exagente del FBI, la cristiana Sarah (Brit Marling), es quien recibe la encomienda de infiltrarse en el
grupo, lo cual logra con éxito. Como el lector supondrá, el problema surge
cuando Sarah se encariña con los activistas que, se supone, tiene que delatar
por terrorismo.
El gran tema a debatir acerca de The East
es la falta de coherencia ideológica y moral del grupo. Son varias las
opiniones que hay entre ellos acerca de la forma de combatir el “capitalismo
salvaje” encarnado en las figuras del empresario exitoso pero que no vacila en
dañar vidas humanas de forma irreversible para ahorrarse unos millones. Los
miembros de The East no están convencidos de que sea del todo válido hacerles
el mismo daño.
Estamos,
por lo tanto, ante una variante de la vía armada. The East no es un grupo pacifista,
porque sus actos perjudican la vida de otras personas. El líder, Benji (Alexander Skarsgård), sin embargo, lo
tiene claro: la revolución es así y la gente muere. La política choca con la
ética. Pero no ocurre lo mismo con sus correligionarios y en varias ocasiones
ese descontrol se cobra sus víctimas. Al grupo The East le falta liderazgo y le
sobra un montón de confusas ideas acerca de las trasnacionales y el Estado. Por
cierto, igual que a Democracia Real Ya, #YoSoy132 y Occupy Wall Street… Y los
que se acumulen.
Por
eso la película finalmente se resuelve en un debate acerca de cuál debe ser el perroflautismo ideal. En la película no
se discute la validez de inconformarse y hacer algo contra los poderosos: se
señala la vía armada (¡los integrantes de The East usan armas químicas, no se
olvide!) como la culpable de la muerte de un querido personaje, así que en
cambio se reivindica otro tipo de labor: la difusión de un mensaje pacífico
aunque de probada efectividad (como nos quieren hacer creer en la película).
A
la cinta no se le puede reprochar su falta de unidad, así como la claridad con
la que, desde un principio, pone sus cartas bocarriba: la protagonista, decíamos
antes, es una cristiana que escucha una radio cristiana, ojo; si eso no es
devoción... O bien, esa escena del venado, que prefigura uno de los momentos
clave de la película.
El
guion, escrito por la protagonista, la actriz Brit Marling, en coautoría con el
director, Zal Batmanglij, es otra muestra del talento de esta mancuerna, que ya
nos había sorprendido en otros trabajos, como esa película que comentamos en este mismo espacio, Sound of My Voice.
Sin
embargo, con todo y sus aciertos, The
East se queda corta al momento de plantear un problema tan importante: el
papel de un activismo que dizque posee una superioridad moral frente a las
poderosas compañías que dominan la sociedad y el mercado. La cinta no cae en el
simple perroflautismo sino en algo,
si cabe, peor: la evangelización cristiana del sicario de las grandes compañías.
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