Stephen
King es un autor tan despreciado como leído, el eterno blanco de las críticas
de quienes piensan que su ficción no tiene un estatuto literario. Acerca de los
criterios para clasificar algo como “literatura” se ha debatido ampliamente,
aunque la riqueza de esa discusión no se haya reflejado necesariamente en la
disponibilidad de mejores herramientas para enfrentarse con mayor consistencia
con la incertidumbre que suele provocar “lo literario” entre todo tipo de
lectores.
Lo
cierto es que King es un constructor de ficciones, un contador de historias que
ha encontrado gran eco en millones de lectores. Decía el crítico mexicano José
Luis Martínez que en lugar de quejarse de la indiferencia de los lectores,
quienes escriben deberían preocuparse por producir una literatura en la cual la
gente pudiera interesarse.
King
ha logrado esto último con creces (es uno de los narradores norteamericanos más
conocidos en el mundo), todo ello sin perjuicio de las carencias que pueda
tener como contador de historias, susceptibles de ser discutidas sin
apasionamientos.
(Ver,
en este sentido, la valoración que hace el escritor mexicano de literatura
fantástica Alberto Chimal de la obra de King, en su crítica de una de las
novelas de este, Cell: “El día de losbípedos”, blog Las historias, entrada
del 21 de enero de 2007).
En
cierta medida, a esos problemas en torno a la escritura y la lectura se hace
referencia en la serie de televisión que hoy comentamos. Un saco de huesos (Bag of
Bones, EUA, 2011), de Mick Garris, con guion de Matt Venne, adapta la
novela del mismo nombre que King publicó en 1998. La serie puede verse en
Netflix en dos partes, aunque a veces se exhibe como una cinta de tres horas.
Un saco de huesos cuenta la
historia de Michael Noonan (Pierce Brosnan, algo sobreactuado), un novelista de
éxito que luego de experimentar una tragedia personal sufre bloqueo de
escritor. Con la intención de aclarar ciertos detalles de su pasado y avanzar
en su nueva novela, Noonan se hospeda en una cabaña de su propiedad, en un
pueblo de Maine, Dark Score. Ahí tendrá que aclarar un crimen que se cometió
décadas atrás en el pueblo.
Un
defensor de King como el novelista peruano Santiago Roncagliolo, dice que el
autor de El resplandor se distingue
por profundizar en la psicología de sus personajes, algo de lo cual carece
buena parte del cine de terror contemporáneo, ocupado en la mostrar una
violencia muy gráfica, supuestamente mejor entre más repulsiva (ver su artículo
“Yo sé quién no ganará el Nobel”, El País,
22 de septiembre de 2013).
Lo
mismo puede decirse de Bag of Bones,
al menos en su primera parte, cuando se ocupa de mostrar el dolor por el cual
atraviesa su personaje principal, Mike Noonan. El terror toma la forma de
pesadillas (algunas bastante efectivas) que nos revelan la intimidad del
personaje, aunque es extraño que no sepamos casi nada del contenido de sus
obras: ¿qué tipo de best sellers
escribe?
Recordemos
lo escrito por Roncagliolo, quien nos dice que King ha “escrito ensayos sobre
narrativa, entre ellos, Mientras escribo
y Danza macabra. Además de esos
textos, novelas como Un saco de huesos
atestiguan la agudeza y profundidad de su pensamiento sobre la literatura, y
sobre los fantasmas interiores del escritor”. Ciertamente, en la serie que
comentamos hay una muestra de ese interés por mostrar la neurosis del artista y
la forma en la cual un autor lidia con ella. Luego, esos fantasmas dejarán de
ser solo “interiores”, en una serie que se decanta por lo sobrenatural.
En
el pueblo, en Dark Score, nos encontramos con el escenario natural de muchas
películas de terror: la cabaña junto al lago y el pueblo donde los habitantes
parecen guardar un secreto. Hay una notable incomodidad que contrasta con la
belleza y la frescura de uno de los personajes, Mattie (Melissa George), cuya
hija, Kyra (Caitlin Carmichael), es el objetivo del corrupto caudillo local,
Max Devore (William Schallert). Sin embargo, la que está a punto de llevarse la
película es la temible Rogette (Deborah Grover), la asistente ¡y
guardaespaldas! del millonario.
La
trama se enriquece con las referencias a los mitos locales, como en el caso de
una cantante negra de jazz que será una figura clave en la solución del
misterio de Dark Score y su “locura”. Quienes hayan visto La dama de negro (The Woman
in Black, 2012), de James Watkins, aquella película de terror protagonizada
por Daniel Radcliffe, encontrarán ciertas similitudes.
Lamentablemente,
Bag of Bones naufraga por completo en
su segunda parte, por culpa de escenas realmente ridículas (el ataque del árbol
humanizado, por ejemplo), así como los típicos errores de las películas de
acción (el carro que, sin más, explota). Poca justicia para un rey del terror. [Publicado originalmente en el periódico mexicano Primera Plana, el 29 de noviembre de 2013]
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