Los antinorteamericanistas harán bien en abstenerse de
ver La noche más oscura (Zero Dark Thirty, EUA, 2012), de Kathryn
Bigelow, recuento del proceso que culminó con la ejecución de Bin Laden. Además,
tampoco es una película para que los pacifistas alimenten su falsa conciencia.
La polémica ha ocupado el centro de los debates
alrededor de esta película porque, como se sabe, en ella se muestran las
técnicas de tortura que los agentes del gobierno estadounidense usaron para
interrogar a sus prisioneros. Todo ello en el contexto del mandato de George W.
Bush, quien impulsó la validez de la “asfixia simulada”.
Sin embargo, nos
parece que no es ahí donde debe situarse la discusión acerca de la cinta. Si
los norteamericanos torturan a sus prisioneros no es porque luego se queden a
la espera de la aprobación de la ONU, sino porque pueden hacerlo y están listos para asumir las consecuencias. Es una
cuestión de fuerza. Tanto así que, en un gesto que para muchos es provocador,
ahora se permiten hacer una película acerca de la muerte de Bin Laden.
De ahí que
críticos de la cinta como León Krauze vean en ella una imprudencia, después de
las precauciones que los norteamericanos habrían tomado para deshacerse
discretamente del cuerpo del terrorista. Ver «Osama, “the movie”» (“Blog de la
Redacción”, Letras Libres, 03 de
enero de 2013). Es decir, los norteamericanos cometen un error al hacer de
semejante operación un espectáculo hollywoodense.
Hay que
contrastar lo dicho por Krauze con la opinión del escritor Mario Vargas Llosa,
quien cuenta en un artículo, "Apogeo y decadencia de Occidente" (El País, 10 de enero de 2013), su experiencia como espectador de la cinta en un
cine neoyorquino (la ciudad del atentado de las Torres Gemelas, no se olvide): al
final, el público se levantó a aplaudir, mientras otros lloraban. En la
película, el Nobel ve una constatación de la capacidad autocrítica de los
occidentales.
Y en ese
sentido, nos parece, está la clave. ¿Qué país del mundo tiene la capacidad para
imponer la agenda en los medios? Si opinadores de todo cuño gastan saliva y
tinta en estos asuntos de la tortura es porque así lo ha querido una cineasta,
Kathryn Bigelow, quien se atreve a mostrar (de nuevo, porque puede) los
entretelones del espionaje de su país. Y al hacerlo da un paso enorme para
triturar todas las especulaciones alrededor del caso e imponer un solo relato
de la Operación Gerónimo.
En su momento,
con el sanguinario filme de vampiros Near
Dark (1987) y el thriller Point Break (1991), Bigelow se hizo de
un nombre como directora de películas de acción. O bien, con Acero azul (1989), Bigelow apostaba por
una protagonista femenina para encabezar una historia de intriga
policiaca.
Su talento se
confirmó con la cinta de ciencia ficción Días
extraños (1995) hasta que 2008 supuso su consagración en la industria con Zona de miedo (The Hurt Locker), la historia de un artificiero en Irak,
distinguida con el Oscar a mejor película.
La noche más oscura es por completo consecuente con los planteamientos de su anterior
película. Hay un enemigo muy claro, la yihad (la guerra santa) y hay que derrotarlo. No prospera ningún complejo en la
cinta, como sí ocurre en tantas otras, como La
ciudad de las tormentas (Green Zone, 2010), de Paul Greengrass, ocupada en fustigar al gobierno
estadounidense por la polémica de las armas de destrucción masiva. Es decir, el
mayor mérito de la película es su forma de mostrar lo que un país está
dispuesto a hacer, por más que sus críticos digan misa.
Sin embargo, los
fans de Bigelow que pretendan ver un filme de acción pueden decepcionarse,
porque en esta ocasión la directora se reserva sus habilidades para la escena
cumbre, que además es nocturna. Antes, la clave está en el suspenso, así como
en mostrar el desgaste que supuso cumplir con una misión tan exitosa como
criticada, de nuevo con una mujer como emblema, interpretada por Jessica Chastain. ¿Pero a quién le
importan las críticas cuando se está al frente de un imperio militar? Estamos
ante una película que para ser valorada en su justa dimensión exige desbordarlas cuestiones meramente cinematográficas.
Detengámonos a pensar un momento: ¿qué pasará a
la historia? ¿Una película como esta o las versiones que nos hablan de una
conspiración de los neocons para
derribar con bombas el World Trade Center?
No hay comentarios:
Publicar un comentario