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jueves, 30 de septiembre de 2021

La Biblia malinterpretada

 

Misa de medianoche (Midnight Mass, Canadá | EUA, 2021) de Mike Flanagan. Si empezamos por lo malo hay una falla que salta a la vista (y al oído): los personajes hablan demasiado. Desde luego, no soy el primero en decirlo. Hay diálogos muy largos que a veces carecen de interés, sobre todo aquellos entre Erin Green (Kate Siegel) y Riley Flynn (Zach Gilford), cuando están en la casa de la primera y conversan acerca de la muerte. No pasa lo mismo con los sermones del padre Paul (Hamish Linklater), que se reproducen íntegros aunque estos sí le dan trascendencia a la historia, porque parecen (y son) un llamado a las armas. Es decir, se entiende la intención de que los personajes se expliquen con detalle, con una libertad inusitada, pero eso al final lastra la serie en ciertos casos. 

(A continuación se revelan detalles de la trama)

Flanagan, un especialista en el género, sabe que el monstruo (porque lo hay) debe permanecer oculto al principio, aunque los mejores momentos de este, curiosamente, son aquellos en los que se prodiga y lo vemos con claridad, mientras se demora en el cuello de sus víctimas, goloso. Esas escenas son repugnantes y funcionan de maravilla para entender el apetito malsano del monstruo (nunca se pronuncia la palabra vampiro en la serie), que se abandona a su placer, a veces sin importarle que le disparen. 

Sin embargo, el monstruo más terrible es un personaje femenino, Bev Keane (Samantha Sloyan), que recuerda a la terrible señora Carmody de Marcia Gay Harden en Sobre-Natural (The Mist, 2007) de Frank Darabont. Hay que ver cómo interpreta esta señora la Biblia a su conveniencia, para justificar el asesinato y el vampirismo. 

Pariente cercana de La hora del vampiro (Salem's Lot, 1979) de Tobe Hopper, la serie se ubica en esa modalidad del terror que tiene lugar en los pueblos norteamericanos (en este caso una isla), para alimentar una mitología cada vez más robusta. 

viernes, 24 de septiembre de 2021

Una cita de Joseph Campbell

«Una figura de payaso que trabaja en continua oposición a los buenos deseos del creador, aparece muy a menudo en el mito y en el cuento popular y es culpable de los males y dificultades de la existencia de este lado del velo. Los melanesios de la colonia de Nueva Bretaña hablan de un oscuro ser, “el primero que estuvo aquí, quien dibujó dos figuras masculinas en el suelo, abrió su propia piel y roció las figuras con su sangre. Arrancó dos hojas grandes y cubrió con ellas las figuras, que se convirtieron en dos hombres después de algún tiempo. Los nombres de los hombres eran To Kabinana y To Karvuvu.

To Kabinana se fue solo, se subió a un cocotero que tenía frutos de color amarillo claro, cortó dos todavía verdes y los tiró al suelo; se rompieron y se convirtieron en dos hermosas mujeres. To Karvuvu admiró a las mujeres y le preguntó a su hermano cómo las había conseguido. “Sube a un cocotero —dijo To Kabinana—, corta dos frutos verdes y tíralos al suelo”. Pero To Karvuvu tiró los frutos con la punta hacia abajo, y las mujeres que salieron de ellos tenían las narices feas y aplastadas.”

Un día, To Kabinana hizo un pez Thum de madera y lo puso a nadar en el océano para que en adelante fuera un pez vivo. Este pez Thum llevó los peces Malivaran hacia la playa, donde To Kabinana simplemente los recogió de la orilla. To Karvuvu admiró al pez Thum y quiso hacer uno y cuando aprendió cómo, hizo en su lugar un tiburón. Este tiburón se comió los peces Malivaran en vez de llevarlos a la playa. To Karvuvu, llorando, fue hacia su hermano y le dijo: “Quisiera no haber hecho ese pez, no hace sino comerse a todos los otros.” “¿Qué clase de pez es?” —le preguntó su hermano—. “Bueno —contestó—, hice un tiburón”. “Eres un sujeto desagradable —le dijo su hermano—. “Lo que has hecho será causa de que sufran todos nuestros descendientes mortales. Ese pez se comerá a todos los otros y a la gente también.”» 

Joseph Campbell, El héroe de las mil caras (pp. 264-265)



viernes, 1 de enero de 2021

She dies tomorrow


She dies tomorrow (EUA) de Amy Seimetz

Lo inevitable de la muerte se convierte aquí en una revelación para un conjunto de personajes que asumen la cercanía de la muerte como una epidemia muy contagiosa, lo cual se traducen en un vacío existencial que los hace tomar decisiones muy radicales o bien abandonarse. Más cerca de lo fantástico que la fantasía, la película funciona como una suerte de alegoría de lo ocurrido el fatídico año pasado, al mismo tiempo que se regodea en la cercanía de la muerte no como una liberación, sino como un dilema sin solución. Retrato del colapso de una sociedad que me ha recordado aquella frase de Kundera: tal vez no haya nada más apacible que el fin. 


Sputnik: extraño pasajero


Sputnik: extraño pasajero (Sputnik, Rusia), de Egor Abramenko
Comparada con la Alien primigenia de Ridley Scott, a la cual sin duda hace referencia, Sputnik está ambientada en los años 80, en los últimos años de la Unión Soviética y, para mayor énfasis, en una base militar. Una doctora (Oksana Akinshina) es convocada por un oscuro oficial del ejército (Fedor Bondarchuk) para que le ayude con el caso de un astronauta (Pyotr Fyodorovque) quien, según dicen, ha perdido la razón luego de un accidente. Lo que no le dicen es que el astronauta en cuestión viene acompañado. Más que la película de Scott la referencia aquí es Venom (Ruben Fleischer, 2018), porque estamos ante la historia de un "simbionte" entre un humano y un extraterrestre, solo que en la versión de Abramenko la relación entre ambos es de verdad problemática. El contexto sirve, cómo no, para acentuar los intereses del militar en convertir al astronauta y su nuevo amigo en un arma, porque estamos en la guerra fría. Es de agradecer, por cierto, que el director no satanice la URSS. La película no se queda en la emoción de varias de sus escenas, sino que profundiza en las motivaciones de sus personajes, sobre todo en el caso de uno; eso dota la historia de un interés que no es común encontrar en las cintas de este tipo, como ocurre en la fallida Life (2017) de Daniel Espinosa.