El sentido común nos dicta que los franceses son las
personas más sabias del orbe, con el permiso de los alemanes. Así que cuando 30 millones de europeos saturan las salas de cine para ver una película,
precisamente en los años dorados de la piratería y la industria con los pelos
de punta, es porque de seguro estamos ante algo digno de verse.
Intocable (Intouchables, Francia, 2011), de Olivier Nakache y Eric
Toledano, cuenta la historia de la amistad entre Philippe (François Cluzet), un tetrapléjico
adinerado y su asistente, Driss (Omar Sy),
un humilde muchacho de barrio que viene de una familia de inmigrantes argelinos.
“Basada en una historia real”, nos dicen, el libro autobiográfico de Philippe Pozzo di Borgo.
La película, bromas aparte, está construida a partir de
un material extremadamente sencillo, el de la pareja dispareja, que ha
inspirado montones de películas. Dos personajes que parten del recelo y a veces
de la franca antipatía para terminar como los integrantes de una amistad
ejemplar.
Ahí está, por ejemplo, Cuando los hermanos se encuentran (Rain Man, 1988), donde la desigualdad entre los protagonistas se
llevó hasta el extremo de que uno era autista (y genial) mientras que el otro
era un dandi dedicado a negocios algo turbios. La fórmula dicta que la animadversión
habrá de convertirse en hermandad a muerte.
Intocable es una película muy
divertida, sobre todo por la presencia de Omar Sy, uno de los actores más
carismáticos del cine de 2011. La capacidad del actor para sostener la película
(ligera aunque llena de resonancias que muestran un drama de fondo) lo ubica
como el centro de la historia, lo cual es mucho decir sobre todo si se toma en
cuenta que el otro personaje es un tetrapléjico, uno de esos papeles que
suponen la consagración para muchos actores.
Mi pie izquierdo (1989) en su
momento supuso un triunfo de Daniel
Day-Lewis como actor, de la misma forma que ocurrió varios años más tarde
con Mar adentro (2004) y Javier Bardem. Ambos interpretaron a
personajes inmovilizados, ya sea en la silla de ruedas o en el lecho, pintor
uno y el otro poeta. Y sin embargo, ambos personajes eran capaces del sentido
del humor, con todo y que el poeta Ramón Sampedro ansiaba el “bien morir”, como
se dice.
Ese drama está presente en Intocable, aunque la presencia de Omar Sy, ya lo hemos dicho,
aligera la carga de su amigo. No obstante, la película no es tan llevadera como
se pretende, como queda claro en la enigmática misión de las primeras escenas,
con ese viaje no se sabe a dónde. ¿Estamos ante el planteamiento de una posibilidad como la de Mar adentro?
Luego de las primeras escenas, con los personajes
juntos y solidarios en el dolor y la burla (hay una escaramuza con la policía),
la película da un salto hacia el pasado, hasta el momento en que los personajes
se conocen. Uno, el argelino, ha estado en la cárcel y pretende sobrevivir con
el menor esfuerzo. Un pícaro. El otro, el patrón, es blanco, adinerado y
experto en arte.
De esa forma, de la solemnidad inicial se pasa a uno
de los momentos más efectivos de la cinta, la fiesta en la cual los personajes
bailan “September”, de Earth, Wind &
Fire. O esa escena de la ópera.
Sin embargo, bajo esa apariencia de película hilarante
sin más hay otros asuntos, como el problema de los inmigrantes en Francia, como
queda en el rechazo que el filme provoca entre los allegados a la llamada
extrema derecha de Le Pen y el Frente Nacional.
Volvamos a la escena del baile y revísese desde la
óptica del tetrapléjico. Hay que imaginar lo que la imagen de un hombre joven y
saludable, que baila como un Michael
Jackson argelino, significa para alguien que no tiene sensibilidad del
cuello para abajo.
En The Guardian,
Agnès Poirier va más allá y dice que
Intocable tiene éxito porque es la
película que Francia necesita después de la falta de cohesión nacional que deja
como legado Sarkozy.
Ahora en Francia llega un nuevo presidente, esta
vez de una generación de izquierda. El entusiasmo de los socialdemócratas por lo general es engañoso; sin embargo, lo que queremos señalar aquí es que Intocable no es una comedia simple, sino
que toca asuntos que van más allá, hasta el debate nacional en una Francia llena de cuentas pendientes.
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