Atormentado (Take Shelter, EUA, 2011), de Jeff Nichols, es una película muy
apropiada para estos tiempos de apocalipsis y temor generalizado, con el orbe
en medio de una interminable crisis financiera y gente asustada (con razón) ante
los peores pronósticos.
En un pueblo de Ohio, en Estados Unidos, un hombre
común, Curtis (Michael Shannon),
tiene pesadillas en las cuales su entorno se vuelve amenazante, mientras
comienza a percibir lo que para él son señales en el cielo (bandadas de
pájaros, relámpagos que nadie más parece escuchar), presagios que, según su juicio, no se sabe si visionario o truncado, anuncian la catástrofe definitiva.
A pesar de que sus conocidos lo toman por loco, él se
empeña en construir un refugio subterráneo para proteger a su perpleja familia
de una amenaza que todos juzgan como simplemente imaginaria.
El centro de Atormentado
es Michael Shannon, quien ya había dado muestras de su habilidad para
interpretar personajes aparentemente con problemas mentales.
En Las Torres
Gemelas (2006), de Oliver Stone,
el actor encarnó a un militar fanatizado por medio del cual se trataba de
representar como una venganza la respuesta del gobierno norteamericano al
ataque terrorista del 11 de septiembre.
En Sólo un sueño
(Revolutionary Road), de Sam Mendes, acerca del deterioro de una
pareja norteamericana, Shannon se encargó de dar vida a uno de sus personajes
más interesantes, de nuevo un hombre supuestamente enloquecido aunque al mismo
tiempo el único capaz de decir la verdad en una sociedad especialmente
hipócrita. El loco como aquel que dice lo que nadie quiere escuchar.
La apuesta de Atormentado,
de esa forma, es mostrar el deterioro de la psicología del personaje,
trabajador, marido y padre modelo que un día adivina formas fatales en las
nubes.
El cine norteamericano, capaz de dar forma a las
peores amenazas para la vida en el mundo, bajo la forma de meteoritos y
tornados, se ha especializado en un tipo de película que se sostiene gracias a
los efectos especiales y la apuesta por una “humanidad” (el norteamericano
heroico, mejor dicho) capaz de responder de forma solidaria frente a cualquier
desastre.
Semejantes supuestos están detrás de cintas como Armageddon e Impacto profundo, así como las diversas invasiones extraterrestres,
de la misma forma que en los últimos años los zombis se han adueñado del
imaginario alrededor de estos asuntos, con historias como Exterminio (28 Days Later…)
entre sus versiones más acabadas.
Es decir, el siempre postergado apocalipsis se mueve
desde el alarde de vacua espectacularidad (con el director Michael Bay a la cabeza), con naves espaciales y alienígenas
viscosos, hasta el más grotesco regreso al salvajismo, con muertos que salen
hambrientos de sus tumbas.
En ese contexto, Atormentado
apuesta por la negación del efecto especial como fundamento del desastre que
viene (apenas hay unas cuantas escenas de ese tipo), para en cambio, como se ha
dicho, proponer que el infierno que viene ya se hace presente en los aspectos
más cotidianos (una mascota, un violento ser querido…), lejos de extravagancias
cuya efectividad no negamos, como lo puede demostrar el éxito de taquilla de
las películas que hemos mencionado, aunque sí ponemos en contraste frente a
otras formas de organizar la historia acerca de los supuestos últimos días de
la civilización.
En estas páginas ya habíamos comentado otra película, Melancholia, de Lars von Trier, que a su manera es una llamada de atención acerca
de los excesos de las películas de desastres.
Podría decirse que Atormentado
se ubica a medio camino entre el cine apocalíptico al uso y el trabajo de Lars
von Trier, porque Curtis es el hombre común de muchas películas de este tipo,
aunque dotado de un discurso de vidente que también reclama la joven de Melancholia, sólo que esta última es una
aristócrata y el fin del mundo que presencia también es la caída irremediable
de una familia de millonarios. Atormentado
en ese sentido es un filme mucho más cercano. Un apocalipsis en el patio
trasero de la casa.
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