Las expectativas que despierta Infierno blanco (The Grey,
EUA, 2011), de Joe Carnahan, después de ver las primeras escenas promocionales son muy altas,
sobre todo entre los seguidores del cine de aventuras. Sin embargo, su mayor
problema es que luego no cumple lo prometido y las escenas de acción más bien
son escasas y previsibles.
Este tipo de películas de sobrevivencia (o “survival”,
como dicen los norteamericanos), enfrenta a un grupo de personajes a una
situación límite, en la cual tienen que organizarse para salir ilesos.
En este sentido recordamos filmes como Al filo del peligro (The Edge, 1997), con Anthony Hopkins, en
la cual los sobrevivientes de un accidente aéreo en pleno bosque, lejos de la
civilización, tienen que escapar de un gigantesco oso kodiak ansioso por
devorarlos.
Cámbiese el oso por una manada de lobos hambrientos y se
obtendrá Infierno blanco, ambientada
en Alaska, donde las tormentas de nieve y el frío hacen todavía más dura la
travesía. Ahí, durante un vuelo por el despoblado, los trabajadores de una
plataforma petrolífera tienen un accidente que los deja a merced de la
naturaleza, sitiados por los lobos.
Al frente de los desgraciados hombres está John Ottway
(Liam Neeson), quien interpreta a un vigilante que, por sus conocimientos de
los lobos, es el único que puede salvar al grupo de los peligrosos animales… o
del egoísmo. Este tipo de películas siempre se modela a partir de la
convivencia forzada de caracteres muy distintos, quienes tienen que ayudarse por
interés para luego descubrir (a veces demasiado tarde) que bien puede unirlos
la camaradería.
De ahí que en muchos sentidos Infierno blanco sea una película rutinaria aunque atractiva, al
menos si partimos de sus premisas, como hemos dicho. Sin embargo, director y
guionista han preferido darle un tratamiento más sentimental que aventurero, en
el sentido de que detrás del dolor de los personajes están sus familias, como
queda claro en la escena de las billeteras y las fotos.
Sin embargo, es poco lo que conocemos a los personajes
así que resulta difícil que estos logren alguna empatía con ciertos
espectadores, afectos a identificarse con la desgracia de las criaturas de la
ficción, por ejemplo. La excepción es el protagónico y otro personaje, el
hispano Diaz (Frank Grillo).
Ottway, el protagonista, es una figura trágica que
encarna el ansia por el hogar irrecuperable. Esa pérdida cobra toda su
trascendencia en medio del peligro más atroz, parecen decirnos. Es decir,
cuando estás rodeado de lobos hambrientos conoces una cierta forma de añoranza
por haber perdido a tu familia. Lo anterior queda mucho más claro cuando uno de
los personajes agoniza y se le habla de sus seres queridos para darle consuelo.
Neeson se ha dedicado en los últimos años a
protagonizar varias películas de acción, como Desconocido (Unknown),
como una especie de héroe maduro que sin embargo en esta ocasión tiene pocas
oportunidades de poner a prueba su ingenio.
Mucho más interesante resulta la película si se le
analiza bajo la órbita del filósofo español Gustavo Bueno, para quien en las
bestias del paleolítico, representadas en las pinturas rupestres de los
santuarios, estaría el origen de la religión, como puede leerse en su libro El animal divino.
Si se analiza esta película de esa forma, y otras
tantas como Tiburón (1975), de Steven
Spielberg, El oso (1988), de
Jean-Jacques Annaud o The Hunter (“El cazador”, Australia, 2011), de Daniel Nettheim, que ya hemos comentado en estas páginas, nos encontramos ante animales
temidos y venerados, un eco de aquella vieja religión primaria.
Así, de la misma forma que el hombre primitivo se
enfrentaba con el tigre dientes de sable y el mamut, ahora Ottway y sus
compañeros, a la manera de una banda prehistórica, tienen que arreglárselas para
sobrevivir, por medio de lanzas rudimentarias, fuego y gritos tribales.
Como quiera que sea, nos parece que el material se
desaprovecha en tanto que película de sobrevivencia no logra su cometido, el
uso racional de la acción en escenas de peligro necesariamente climáticas. (Atención
a una misteriosa escena al final de los créditos.)
Manuel, esta vez sólo escribo para saludarte, hace mil años (y no es exageración, bueno, en realidad sólo fueron dos años) que no entraba a leer blogs. Un día me topé con que no podía entrar más a tu blog de cine porque aparecía este mensaje “sólo acceso privado”. Se me hizo algo muy extraño, pero dije, allá él y su decisión arribista, ja, ja, ja. Hoy que por azar del destino decidí entrar a mi viejo blog que compartía con una amiga, descubrí tu mensaje y me dio mucho gusto. Ahora estaré por acá leyéndote. Saludos y un abrazo.
ResponderEliminarP.D. Por cierto fui aceptado en la maestría en letras de la Unison y eso también me llenó de felicidad, ya voy para el tercer semestre. Te leo pronto.
Hola, ¿cómo estás? Qué gusto leer tu mensaje. En realidad el otro blog estaba cerrado, porque el contenido era muy caótico. La idea de este es que sea más homogéneo y hablar sólo de cine, no como el casimposible, que disparaba para todos lados. Por acá eres bienvenido, ojalá que lo que aquí se publica te parezca interesante. Bien por la maestría, estoy segudo de que la aprovecharás porquue eres muy buen estudiante. Saludos.
ResponderEliminar