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domingo, 6 de octubre de 2013

Salto mortal con Mandarín

Iron Man tiene una ventaja si se le compara con el resto de los superhéroes actualmente disponibles en el mercado pletórico de las historietas adaptadas al cine de gran presupuesto: es un cínico y eso lo acerca de forma natural a la comedia, sin tener que partir de la solemnidad propia del Batman de Christopher Nolan, por ejemplo.
Lo mismo ocurre si pensamos en las otras características del personaje: su promiscuidad sexual (asumida como un vicio y no como una tapadera, lo que ocurría en el Batman Begins de Nolan), su ambición y su vanidad. Poseedor de un genio científico que le permite desarrollar armamento militar y erigirse en salvador de un país siempre amenazado, Tony Stark/ Iron Man ni siquiera se preocupa por cuidar su anonimato, porque eso implicaría renunciar al prestigio social de ser un norteamericano triunfador más allá de cualquier límite: una estrella pop al mismo tiempo que un guerrero del siglo XXI que se considera a sí mismo invencible.
De ahí que se haya elegido a Robert Downey Jr. para interpretar al personaje, un actor capaz de hacer referencia, siempre con distancia e ironía, a los ideales de un cierto tipo de héroe de pretendida actualidad, altamente tecnificado, capaz de no tomarse en serio y al mismo tiempo decidido a poner su vida en peligro por los demás, como cabe esperar de casi cualquiera de estos personajes.
No es el dinero lo que diferencia a Iron Man y Batman, sino su actitud ante la sociedad: marcada por la vocación del juego en el primero (ese probar de forma constante el criterio de lo que se considera “maduro” o apropiado) y por la tragedia y el sacrificio en el segundo, capaz de asumir las culpas de otro (Harvey Dent, en la segunda parte de la trilogía de Nolan, El caballero oscuro) y ser señalado como un criminal.
Ambos son huérfanos y tienen que lidiar con el peso de la administración de un legado, aunque lo que en Iron Man es episódico (apenas material de la primera parte) en Batman es estructural: la figura del padre (o del mentor) siempre está presente, en flashbacks que a veces remedan la alucinación (o el delirio, si se quiere).
Iron Man 3 (EUA| China, 2013), es dirigida por Shane Black, quien ya había probado su habilidad para la comedia en otra de sus películas, Kiss Kiss, Bang Bang (2005), así como en la construcción de los personajes nada menos que de la primera Arma mortal, cuyo guión está firmado por él. Así que el héroe festivo y desafiante en la línea de Martin Riggs, tal y como lo encarnó Mel Gibson, no es ninguna novedad para Black. Si lo anterior fuera poco, véase su participación en la escritura de El último gran héroe, con Schwarzenegger.
Iron Man 3 también puede adoptar un discurso grave, como cuando nos presenta a su personaje como la víctima de un trauma posterior a su enfrentamiento con los villanos en la parte climática de The Avengers. Lo que ocurrió parece haberle pasado factura, como queda ilustrado a la perfección en una de las escenas, de corte terrorífico, cuando Iron Man ataca a la amante de Stark, Pepper Potts (Gwyneth Paltrow).
En todo caso, el gran riesgo de lo que parece ser un falso cerrojazo a la trilogía está en la concepción del villano, el Mandarín (Ben Kingsley). Advertimos que a continuación revelaremos un poco de la trama, así que a dejar de leer si no la han visto.
El Mandarín, como lo recordarán los aficionados a las animaciones del Hombre de Hierro, es el archienemigo de este último. De ahí que fueran muchas las expectativas por verlos enfrentarse. Black y su equipo, decíamos, corren un riesgo mayúsculo. Se supone que el Mandarín es un peligroso terrorista, pero se le presenta con un desenfado todavía mayor que el de Iron Man. A pesar de todo, este conserva un mínimo de dignidad que le permite ser finalmente un héroe; en cambio, el Mandarín es convertido en un personaje risible.  
¿Es exitosa la medida? Sí, porque pone en evidencia los miedos de la sociedad norteamericana (una vez que se revela el secreto, los videos propagandísticos del Mandarín parecen ridículos), pero cancela la posibilidad de ver una gran batalla entre dos rivales de excepción. Y el enfrentamiento entre Iron Man y su enemigo verdadero no llena ese vacío, a pesar de su aparatosidad.


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