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martes, 2 de julio de 2019

Cinco recomendaciones cinematográficas para el verano


Una amable lectora me pide que recomiende unas cuantas películas para ver en vacaciones, así que, sin muchos preámbulos, helas aquí:

Suppport the Girls (EUA, 2018): Andrew Bujalski dirige esta comedia agridulce acerca de las desventuras de las trabajadoras de uno de esos restaurantes deportivos de comida rápida tipo Hooters, en los cuales las empleadas tienen que vestirse con ropa provocativa; desde luego, lo anterior implica aguantar todo tipo de impertinencias por parte de la clientela, formada casi en su totalidad por hombres. Y digo casi porque dice mucho de un lugar así que la persona masculina más amable del lugar sea una lesbiana, Bobo (Lea DeLaria). Regina Hall está excelente en el papel de Lisa, la administradora del local, quien tiene que resolver un sinfín de problemas que son tales en gran parte por la mala educación de los hombres (el dueño, la clientela, hasta la policía) y su falta de solidaridad con sus esposas, conocidas y meseras. Atención a la forma en la cual se representa el cuerpo femenino en los diversos momentos de la película, criterio que ya ha explicado Fernanda Solórzano en su videocomentario de la Mujer Maravilla (2017) de Patty Jenkins. El plano final de la película, en la línea de Interiores, es de antología.

Y ya que mencionamos una película de Woody Allen, este 2019 se cumplen treinta años del estreno de Crímenes y pecados (Crimes and Misdemeanors, 1989), también conocida como Delitos y faltas, una de las varias obras maestras del autor neoyorquino. Poco tengo que agregar al interesante texto de Iker Zabala para Letras Libres, aunque baste decir, por el momento, que la película se disfruta mucho si se le compara con otra obra de Allen, Match Point (de 2005, trabajo que, si no podemos llamar mayor es, en todo caso, muy coherente con la trayectoria de su director). En Crimes… y en Match Point los protagonistas experimentan la culpa por sus pecados. Así que uno de ellos, no diré cuál, tiene una experiencia de “ultratumba” que le permite confrontar a sus víctimas; mientras que el otro tiene un diálogo imaginario con su “conciencia”, su confidente, un rabino bondadoso. En otro momento, uno de los personajes “viaja en el tiempo” para asistir a una cena familiar, lo que le permite hablar con su familia acerca de teología. Estamos ante una técnica narrativa que Allen ha explotado en Días de radio (1987) o en Los enredos de Harry (1997), por citar un par de ejemplos. A ver qué les parece a ustedes ese recurso. No se pierdan, en Crimes…, la historia trágica del filósofo, el profesor Levy. Ahora, si les interesa el tema del arrepentimiento desde un punto de vista filosófico más sistemático entonces vean esta tesela de Gustavo Bueno. Posdata: también pueden leer este texto de Olga de la Fuente, quien interpreta la película de una forma muy distinta a la de Zabala. 

La raza infernal (Nightbreed, EUA, 1990) es una película muy poco apreciada, una malquerida, como dice Scout Tafoya en uno de sus videoensayos. Sin embargo, a pesar de sus excesos y que en su última parte es un delirio (bastante disfrutable, hay que decirlo) esta película del escritor y cineasta Clive Barker es una cinta de terror llena de personajes y de momentos magnéticos: 1) La presencia de un villano interpretado por un director legendario cuyo nombre no diré aquí, pero que encarna a un peligroso asesino serial. 2) La química entre la pareja protagónica, formada por Craig Sheffer y Anne Bobby (¿qué fue de ella?). 3) La presencia del monstruo Peloquin (Oliver Parker), de verdad intimidante. 4) La representación del hogar de las bestias, ese intrincado “infierno” lleno de perversiones. Y sí 5) La batalla final. Una curiosidad: el retrato que se hace de la Inquisición (española, al parecer), que parece ser negrolegendario pero que en realidad no llega a serlo, porque es obvio que una iglesia monoteísta combatiría el paganismo. Atención al final de la película, que ahora, en la nueva versión restaurada, es un poco diferente.

Desconozco los libros del escritor inglés Nick Hornby, así que no puedo decir si han corrido con buena suerte al momento de ser llevados al cine. Lo que sí puedo es valorar la calidad de las películas, como en el caso de Un gran chico (2002), dirigida por los hermanos Chris y Paul Weitz, con la actuación de Hugh Grant; o bien, Alta fidelidad (1995), que fue llevada al cine en 2000 (con excelentes resultados) por Stephen Frears, protagonizada por John Cusack. Ahora toca el turno a su novela de 2009 Juliet, desnuda (editada en español por Anagrama), convertida en la cinta Amor de vinilo (EUA | Reino Unido, 2018), dirigida por Jesse Peretz.

Amor de vinilo cuenta la historia de Annie (Rose Byrne), quien lleva una sencilla (y aburrida) existencia en un pequeño pueblo inglés. Su esposo, Duncan (Chris O'Dowd) es un profesor universitario obsesionado con la música de Tucker Crowe (Ethan Hawke), un músico retirado, alguna vez famoso, del cual no se tiene noticia. Duncan no es precisamente un buen esposo y, luego de una convivencia de años, Annie se siente cada vez más decepcionada. Cuando Annie y Tucker, nada menos que el ídolo de su marido, inician una amistad por correo electrónico (que más tarde se convierte en coqueteo) las consecuencias para los personajes serán por demás hilarantes. Película sostenida por el carisma de sus actores, su principal mérito radica en su retrato del hartazgo matrimonial, así como en su revisión del príncipe azul, que aquí es un músico alcohólico con hijos regados.

 Y ya que hablamos de adaptaciones, no se pierdan Burning (Corea del Sur, 2018), disponible en Netflix. El director, Chang-dong Lee, parte de un cuento de Haruki Murakami, “Quemar graneros”, incluido en su antología El elefante desaparece (1993). La película es la encarnación de la incertidumbre y hay muchos detalles de la trama que no se conocen. Los misterios se acumulan y las respuestas son ambiguas, así que esta película no es apta para desesperados. Resulta notable el trabajo de adaptación que el director lleva a cabo a partir de un cuento tan breve. En el original, por ejemplo, el protagonista es un hombre mayor que no está enamorado del personaje femenino; en cambio, Chang-dong convierte la historia de Murakami en un angustiante triángulo (increíble la escena del antro, con la chica bailando). Además, es notable la referencia a Fitzgerald en la película, así como las abundantes reflexiones acerca de los problemas económicos de los jóvenes coreanos, así como su incierto futuro. Para ello, el director nos muestra, como de pasada, guiños a Donald Trump; o bien, esa explicación de la joven edecán, quien habla acerca de las chicas que desaparecen (¿por deudas? ¿Huyendo de algo o de alguien?). De lo mejor de 2018. También recomiendo el comentario de Javier Ocaña. 

Felices vacaciones a todos, que descansen y vean mucho cine. 

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