Los seguidores del programa Saturday Night Live seguramente reconocerán a la actriz
norteamericana Kristen Wiig, quien
en su debut como protagónica en La boda
de mi mejor amiga (Bridesmaids,
EUA, 2011), que ahora comentamos, ha sido encumbrada por la crítica como la “nuevareina de la comedia”.
Entusiasmos aparte, quienes hayan visto este año Paul, la historia del extrovertido
alienígena que escapa del gobierno de los Estados Unidos, tuvieron oportunidad
de disfrutar con su interpretación de una protestante fanatizada que después de
descubrir la falsedad de su fe desarrolla un lenguaje muy florido.
Para más antecedentes, La boda de mi mejor amiga representa un giro hacia los temas
femeninos en la trayectoria del director y guionista Judd Apatow, responsable de exitosas cintas como Virgen a los 40 y Súper cool, protagonizadas por hombres. En esta ocasión sólo
participa como productor, mientras que la dirección recae en Paul Feig, con una amplia trayectoria
en series televisivas como The Office,
Weeds y Mad Men. El guión ha sido escrito por la misma Kristen Wiig y una
de sus colaboradoras, Annie Mumolo,
quien por cierto tiene un breve papel en la película como una mujer con miedo
patológico a volar y que además asegura tener sueños premonitorios. Pero vamos
por partes.
La boda de mi mejor amiga cuenta
la historia de Annie Walker, empleada de mostrador de una joyería desde que
tuvo que cerrar su tienda de pasteles por problemas económicos. Un día, su
mejor amiga, Lillian (Maya Rudolph),
le dice que va a casarse y que quiere que Annie sea su dama de honor, lo cual
implica planear la boda, con todas las complicaciones y dinero que eso implica,
sobre todo cuando se trata de una modesta empleada que tiene que compartir
departamento con una pareja de hermanos gordos albinos que se bañan juntos en
la tina.
Sin embargo la nueva amiga de Lillian, Helen (Rose Byrne) de verdad quiere ser la
dama de honor y hará todo lo posible por ganarle el puesto a Annie quien, desde
luego, resulta ser un desastre como organizadora.
Jordi Costa, crítico
cinematográfico del diario español El
País, escribe que acerca de lo mucho que hacía falta una actriz cómica como
Wiig, después del arquetipo de la “payasa sexy, inmortalizado con admirable
entrega por Cameron Diaz” (edición del 12/08/2011).
Es decir, Wiig es una mujer común, para nada una rubia
despampanante que confunde la libertad con el libertinaje. Y precisamente parte
de sus problemas se deriva de eso, de no ser una belleza, como cuando su
némesis, Helen, se burla de su forma de vestir en la fiesta: “¿Vienes del
trabajo?”. Así, la belleza vulnerada será una clave del humor, como cuando la
bonita llora y se ve fea, aunque lo niegue.
Helen y Lillian son amigas de toda la vida y la
película no sólo se ocupa de afirmar lo anterior sino de mostrarlo: las chicas
“asisten” a una clase muy especial para ponerse en forma y tienen una
complicidad insuperable, como en esa escena en la cual cantan, bailan y hacen
la mímica de “Hold On”, del grupo norteamericano Wilson Phillips. Maya Rudolph
ya había dejado constancia de su capacidad en películas como El mejor lugar del mundo (Away We Go).
Mención aparte para Melissa McCarthy, la cocinera
gorda de Las chicas Gilmore, toda
amor y ternura, ahora todo lo contrario: no es que sea malvada, es que es una
reivindicadora de la violencia y del sexo casual.
Igual de brillante está Rose Byrne, quien empezó con
papeles de niña bonita en películas como Troya
(donde interpreta a Briseida, secuestrada por Aquiles-Brad Pitt). En los últimos la actriz ha protagonizado un
resurgimiento y su papel en La boda de mi
mejor amiga comprueba su valía.
Otras apariciones, como la de Jon Hamm, de Mad Med,
también son dignas de mencionarse, aunque el papel de patán acaudalado
resultará más efectivo entre quienes conozcan a este actor.
Sin embargo, no hay que perder de vista que el
sostén de la película es Wiigs, con su elogio de la dignidad de la mujer que
según la sociedad ha fracasado y cuyo mejor aliado es un humor a prueba de
cualquier boda.