Algo parecido ocurre en Another Earth (EUA, 2011), de Mike
Cahill, estrenada en España en el Festival de Sitges, donde la
protagonista, Brit Marling, también
productora y guionista, fue galardonada con el Premio a la Mejor actriz. En
Sundance, la cinta recibió el Premio Alfred P. Sloan, que se entrega a una
película relacionada con la ciencia o que tenga a un ingeniero o matemático
como personaje.
La película cuenta la historia de la relación entre
una estudiante, Rhoda (Marling) y un músico, John Burroughs (William Mapother), quienes se
encuentran accidentalmente la noche en que se descubre un nuevo planeta, mismo
que resulta ser una réplica del nuestro. Burroughs no sabe que esa joven que años
más tarde toca a su puerta y con quien desarrolla una amistad es la culpable de
que su vida haya cambiado de forma tan radical. La película estará modulada por
el suspenso alrededor del secreto de Rhoda y la presencia cada vez más
imponente de la ahora llamada Tierra 2, “otra Tierra”.
Como comentábamos a propósito de otras películas
exhibidas en Sitges 2011, en Another
Earth el llamado cine de género, en este caso la ciencia ficción, sirve
como medio para darle mayor profundidad a una anécdota que tiene mucho de trágica,
porque enfatiza el valor de la vida de las personas, insustituibles. Ese es el
dolor de los personajes.
¿Pero qué pasa cuando se descubre que una copia (o el
original, no se sabe) del planeta entero, con sus ciudades y sus habitantes,
flota en el espacio frente a los ojos de cualquiera? Luego se plantea la
posibilidad de un viaje para explorar Tierra 2. Es decir, la presencia del
nuevo planeta no es una mera extravagancia que sirva como pretexto para el
lucimiento de efectos especiales, sino una forma de hacer que un drama
construido con una materia habitual de pronto se encuentre alterado con una
anomalía.
En Solaris
(1972), el cineasta ruso Andrei
Tarkovski adaptó la novela de Stanislaw
Lem del mismo nombre para contar la historia de un planeta acuoso capaz de
duplicar a las personas. El doble, uno de los temas centrales de la fantasía y
de la ciencia ficción, está en el centro de Solaris
y también de Another Earth. O bien de
otra película, la inglesa Más allá del
sol (Doppelgänger/ Journey to the Far Side of the Sun,
1969), de Robert Parrish, que
también tiene un argumento semejante.
El interés por los extraterrestres con frecuencia se
reivindica como una forma incomprendida de la pasión científica. Sin embargo,
como se explica en la teoría religiosa del filósofo español Gustavo Bueno, los ufólogos en realidad
fomentan una especie de religión, una en la cual la ruta para salvarse ya no
pasa por expiación de los pecados por medio de la penitencia y el
arrepentimiento, sino mediante el paseo sideral al lado de humanoides con ojos
gigantescos. Es decir, quien cree en extraterrestres en realidad es prosélito
de una secta delirante.
En Another Earth
la nueva Tierra que adorna el cielo se vuelve la realización de una segunda
oportunidad, ya no como un cielo poblado por ángeles sino como otra dimensión
que por una razón desconocida ha coincidido con la nuestra, como explica elcrítico norteamericano Roger Eberten su comentario acerca de esta cinta.
El nuevo planeta, como no puede ser de otra forma, cambiará
la vida de la Tierra, de la misma manera que el descubrimiento de América
modificó la vida en el Viejo Mundo. Pero ahora lo que cambia es el significado
de la muerte, porque el “Más allá” ahora está suspendido en el cielo. La
tragedia queda suspendida, como si hubiera que reescribirla.
Another Earth es sin duda una de las mejores películas del año.
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