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jueves, 9 de mayo de 2013

Heroísmo de la copia

Derivativa y solemne, Oblivion: El Tiempo del Olvido (Oblivion, EUA, 2013), de Joseph Kosinski, se salva de ser el mero vehículo de lucimiento de su estrella, Tom Cruise, gracias a que hacia el final asume con humildad (quién lo iba a decir, cuando estamos ante un actor tan ególatra en una producción millonaria más) las limitaciones del personaje heroico alrededor del cual se teje toda la intriga futurista de la cinta.
En el año 2077, luego de una guerra entre los terrestres y los alienígenas que dio como resultado la victoria de los primeros pero con un alto precio (la devastación del planeta), los únicos habitantes son dos técnicos, Jack Harper (Cruise) y su asistente Victoria (Andrea Riseborough), quienes se encargan de supervisar la extracción de los últimos recursos naturales para que más tarde sean transportados a una luna de Saturno, donde esperan reunirse con el resto de los sobrevivientes de la hecatombe.
Sin embargo, Harper tiene sueños recurrentes con una hermosa mujer (Olga Kurylenko), quien lo acompaña en una visita a un New York en plenitud. El curioso trabajador investigará varias pistas, hasta que descubra que la versión de sus superiores acerca de los extraterrestres tal vez no sea del todo cierta.
Un análisis superficial del filme deja al descubierto que estamos ante una película que no oculta sus influencias. El crítico de Letras Libres, Juan Patricio Riveroll, ya se ha encargado de señalar una de ellas en su texto Oblivion y The Matrix (blog En pantalla, 11 de abril de 2013). Habría que agregar Moon (2009), de Duncan Jones, donde también vemos a un hombre común rebasado por los intereses de una entidad superior: una corporación malvada, la rebelión de las máquinas, en fin...  Jordi Costa, de El País, clasifica la película como un producto del género Tom Cruise (“La Tierra permanece”, 12 de abril), antes que de ciencia ficción.
Es en la unión de ambas carencias, curiosamente, que para nosotros está el aporte de Oblivion, a pesar o, mejor dicho, gracias a la aparatosa presencia de Cruise. Una marca más que un actor, sí, pero cuya presencia ha estado ligada a películas de ciencia ficción desde nuestro punto de vista muy acertadas o por lo menos atractivas, como la adaptación de Steven Spielberg del cuento de Philip K. Dick que dio lugar a Sentencia previa: Minority Report.   
O la participación de Cruise en los refritos de Vanilla Sky y de La guerra de los mundos. Es decir, Cruise podrá ser una estrella vinculada a lo más predecible del cine comercial estadounidense, aunque su interés en la ciencia ficción no es meramente anecdótico. Tal vez habría que explicar lo anterior a raíz de los vínculos entre la cienciología y la obra narrativa de su fundador, L. Ron Hubbard.
Oblivion se salva de ser todavía más derivativa gracias a que se estrena meses antes que Después de la tierra, de M. Night Shyamalan, así como Elysium, de Neill Blomkamp,  cintas de ciencia ficción que también abordan el problema de una Tierra futurista.
A pesar de su condición de correcto derivado, decíamos que el aporte de Oblivion está en la forma en que evidencia que su personaje (y aquí el lector que aprecie el suspenso puede dejar de leer) es solo un número más, un clon en la línea de producción, un medio para que una inteligencia superior con apariencia de diamante oscuro conquiste la Tierra y la explote hasta dejarla literalmente seca. Todo ello por más que esté encarnado por un actor de éxito como Cruise.
Es decir, algo parecido a lo que ocurre en Matrix, sí. Pero si en esta los hermanos Wachowski nunca asumen por completo la nimiedad de Neo, el último de una serie de mesías que han fracaso en su enfrentamiento con las máquinas (como lo sugiere un pasaje de la confusa trilogía), en Oblivion el director Joseph Kosinski hace que el triunfo final sea acreditado no al héroe original, destruido hace décadas, sino a uno de sus clones, que se sacrifica precisamente porque comprende que es una copia y por lo tanto se considera desechable. En cambio, Neo muere y no tiene sustituto. Es el triunfo del mito contrapuesto al heroísmo de la copia.


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