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lunes, 3 de octubre de 2011

El títere se rebela


Los agentes del destino (The Adjustment Bureau, EUA, 2011) cuenta la historia de David Norris (Matt Damon), un joven congresista de origen humilde que ha tenido un ascenso notable en la política norteamericana. Cuando su candidatura para el Senado es frustrada por un escándalo, una bella bailarina, Elise (Emily Blunt), aparece en su vida, lo inspira para seguir adelante y presentarse a las siguientes elecciones. Norris queda prendado de la chica y hace todo para estar con ella.
Sin embargo, la película da un vuelco hacia lo sobrenatural: hay un grupo de hombres, un equipo bajo las órdenes de una divinidad, que hará todo para impedir el romance. Existe un designio, un destino y el amor entre Elise y David haría que el futuro de éste quedara comprometido, lo cual no puede ser porque dios tiene otros planes.
Los agentes del destino es el debut como director del guionista de El ultimátum de Bourne, George Nolfi, quien ha adaptado el cuento “Equipo de ajuste”, publicado en 1954 por el escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982), el mismo cuya obra ha inspirado un clásico del cine de ciencia ficción como Blade Runner. Dick es uno de los escritores de ciencia ficción de más impacto en la llamada cultura popular, como puede verse en la influencia que ha tenido en fenómenos como la saga Matrix y otras cintas a propósito de la realidad virtual.
Los espectadores de la versión ochentera de Dimensión desconocida, la famosa serie de televisión, seguramente recordarán otra referencia de Los agentes del destino, el episodio “A Matter of Minutes” (1986), inspirado a su vez en un cuento de Theodore Sturgeon, “Yesterday Was Monday”, de 1941.  
Nolfi ha convertido al hombre común del cuento de 1954, acobardado por el poder de un equipo capaz de alterar la realidad, en un astuto político que no es otra cosa que una variante de Jason Bourne, otro personaje interpretado por Damon que en su momento también tiene que enfrentarse contra un poder “globalizado” y de enormes recursos. El personaje de Dick es un sumiso; el de Nolfi, un héroe de acción, un títere que se rebela.
En el relato original hay vigilantes, funcionarios y convocadores. Estos últimos son una invención muy osada: seres que toman la forma de un animal, un vendedor de aspiradoras, es igual, según convenga. Los hombres trajeados de Nolfi, en cambio, están más cerca de la representación de los ángeles que vimos en El cielo sobre Berlín, película alemana con la cual Los agentes del destino tiene más de una deuda.
Y si bien el cuento de Dick es otro ejemplo de sus historias acerca de la fragilidad del mundo real, con un protagonista al que se toma por loco cuando en realidad es un visionario (lo cual en “Equipo de ajuste” deriva en una comedia de errores que no tiene ninguna gracia para el protagonista), Nolfi se inclina por el más puro romanticismo entre la pareja protagónica, capaz de desafiar el plan divino para estar juntos. Así lo ha visto buena parte de la crítica.
No obstante, sin perjuicio de la importancia que la relación amorosa tiene dentro de la historia, nos parece que son precisamente sus elementos religiosos los que condicionan su éxito. La interpretación de la cinta como una simple exaltación del amor romántico no puede llevarse a cabo sin anular las referencias “sobrenaturales”, que no son meramente gratuitas sino de gran importancia para la película.
Damon adivina la presencia de dios detrás de su extraña historia pero el “empleado” le llama “Presidente”; ustedes nos han dado otros nombres, dice. No sabemos con seguridad a qué dios se refiere la película. En el cuento de Dick, un anciano bondadoso y estricto habla con el protagonista en un “enorme aposento”. Al final todo mundo comparecerá ante mí, dice. La película nos muestra a un dios no del todo identificable, que sirva acaso para varias confesiones. Pero eso sería absurdo para un musulmán, por ejemplo, devoto de un dios incapaz de encarnarse y que nunca interactúa con sus criaturas por la sencilla razón de que ni siquiera conoce su existencia.
Los agentes del destino apuesta por la historia de amor aunque en un contexto divino que hace las veces de una fría maquinaria de intriga política y “sueño americano”.  

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